miércoles, 20 de enero de 2010

Conil de la Frontera




CONIL DE LA FRONTERA I
Nosotros estamos disfrutando de un Julio relativamente benigno. Se puede dormir sin agobios y por la tarde la piscina y el helado final con Pepe es una alternativa razonable.
El miércoles nos vamos a Conil hasta el día 15. La vida que hacemos Ana y yo allí es bastante predecible. Nos levantamos a las 10, desayunamos las bollas y magdalenas del lugar, yo arreglo la casa a grandes rasgos, mientras Ana se acerca al mercado a echar un vistazo a las existencias del fresco. El filete y el morrillo de atún, es caro pero espectacular. Laura, que ha llegado a las 7 de la mañana, duerme plácidamente...
A las 12,30 bajamos a la playa, que está a menos de 100 metros del apartamento que hemos alquilado por tercer año consecutivo. La playa es inmensa por lo que no hay problemas de espacio y acomodo. Allí leemos el periódico (me niego a leer otro diario que no sea el Marca hasta Septiembre); después Ana se pasea largamente por la arena y yo contemplo como un paleto madrileño las relajantes olas del Atlántico y las bellas ondinas doradas al Sol.
A las tres despertamos a Laura y comemos. Me echo una siesta de media hora con pijama y persianas bajadas y Ana se queda viendo la telenovela o los magazines de verano... De cinco a siete es hora de leer algo interesante y después hay varias alternativas: copa en Sancti Petri o visitas a los pueblos blancos. O quedar con unos amigos que tienen casa aquí y cenar en terraza o en restaurante. Los Jueves vamos los dos matrimonios al Baluarte de la Candelaria en Cádiz, al tablao Los Jueves, flamenco, que organiza la peña de Enrique el mellizo, insigne personaje del mundo calé...Buen cante hondo, nada de flamenco a granel, con cena incluida en el patio...
Por la noche la gente del entorno se despereza y comienza la auténtica vida del pueblo. De todo el veraneo lo que más me impresiona es la vampírica vida nocturna. La poblacion se multiplica por tres, pues todos los veraneantes de Roche, Sancti Petri y pueblos del interior, como Chiclana o Medina Sidonia, se dan cita en las plazas, terrazas, carpas, bares y discotecas... Es obligado trasnochar hasta las tres de la madrugada y tomar un agua de Conil... Después a la cama.


CONIL DE LA FRONTERA II
Efectivamente, nuestras vacaciones en Coni han sido estupendas... Te voy a hacer un resumen de mi particular visión de estos días, que obviamente no coincidiría con la de mis hijos ni con la de Ana.
Para empezar echo de menos que no hayámos vuelto a disfrutar de la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba y la Giralda de Sevilla (como el año pasado)... Cada vez me gusta más Andalucía, esa tierra deslumbrante donde floreció hace cinco siglos la cultura árabe (Al Andalus), por entonces la primera y más refinada civilización del mundo, al contrario de lo que, por desgracia , ocurre ahora...
La casa estaba muy bien, a cien metros de la playa y a la misma distancia del centro del pueblo y la zona de compras diarias. Situada en una urbanización (calles, no recinto cerrado) muy tranquila y de bonitas casas encaladas, como todo el pueblo.
Los niños se levantaban a la una, después de dormir no más de seis horas. El ambiente en el pueblo de noche es fantástico. Aquí se vive de madrugá. Hasta las cinco de la madrugada la ciudad no cobra realmente vida. Un par de noches que hemos salido a cenar y tomar una copa con amigos lo hemos podido comprobar.
Nosotros íbamos a la playa cuando ellos se levantaban. Después bajaban a buscarnos y se marchaban otra vez con su pandilla. Comíamos tarde todos (a las cuatro como muy pronto), nos echábamos la deliciosa siesta, y a eso de las seis los niños de nuevo al mar con los amigos. Yo me dedicaba a leer (no he trabajado nada en mi libro) y sobre todo a lo que ha sido mi gran descubrimiento del verano: el cante hondo, el flamenco de verdad, cantado por los grandes maestros del género: seguirillas, fandandos, soleares, tanguillos; ahora mismo sigo metido en el tema con el mayor entusiasmo. Desde luego, casi todo lo que escucho es flamenco grabado, aunque el año que viene, si volvemos , pienso acercarme a los festivales nocturnos de Cádiz y Jerez, las cunas de este arte maravilloso.
Cuando caía el sol nos íbamos de excursión a los preciosos pueblos cercanos (acaso demasiado parecidos en una primera aproximación), incluido el nuevo Sancti Petri, o bien no paseábamos por los laberintos de las calles del pueblo. ¡Son increíbles los andaluces! Allí no existe el concepto de vida privada. Todo es público o semipúblico. Sacan las mesas a la puerta de la casa con la botella y la copita, sin que, en muchos casos, esté claro si se trata de un bar o de una vivienda (posiblememte es algo intermedio que aquí no conocemos).
Las puertas y portales están siempre abiertos, miran la televisión y oyen la música desde la calle. Se puede detectar esa constante radiación de fondo del universo. A la mínima te invitan a entrar y te enseñan las macetas de geranios y las fuentes de agua fresca... En mi urbanización, con las ventanas abiertas a las tantas, te enteras de lo que te interesa y no te interesa. Es frecuente pasar por una tienda cualquiera y oír de pronto como alguien se arranca por peteneras. En definitiva y para no cansaros, a mi me parece otro planeta, delicioso y vivo, que oculta y transforma celosamente sus penas, como debe ser...

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