La serie de los Caprichos consta de 80 grabados realizados por el artista entre 1793 y 1796. Fueron ejecutados empleando aguafuerte y aguatinta. Sus imágenes son una crítica mordaz de todos los sectores de la sociedad: la educación, la religión, la nobleza, la prostitución, entre otros. Asimismo, el título del grabado, "el sueño de la razón produce monstruos", es en sí mismo peligroso ya que en esa época de la historia de España se equiparan razón e ilustración e ilustración con Francia, el país que ha asesinado a sus aristócratas y reyes…
Finalmente intervino la Inquisición. Para eludir las comprometidas imputaciones del Santo Oficio, Goya regaló las planchas y los ejemplares sin vender a Carlos IV a cambio de una pensión para su hijo Javier. El grabado iba a presidir en un principio la serie, relegándose al número 43 en la edición definitiva.
Es compleja y variada la interpretación de este famoso grabado. El pintor cae rendido sobre su mesa de trabajo rodeado de una serie de animales, sus propios monstruos y fantasmas. La interpretación más próxima de la obra alude a la situación mental del autor y a sus visiones tristes y atormentadas; por continuidad, se puede extender el sentido del grabado a la propia psicología melancólica del artista; un paso más allá, en la misma línea, nos lleva a una reflexión estética sobre la imposibilidad de realizar y comprender la obra de arte desde supuestos puramente racionales. Sin duda, van demasiado lejos los que ven en la obra un claro precedente del inconsciente individual o colectivo; todavía parecen menos acertados las que anuncian al grabado como una puerta abierta al surrealismo.
Finalmente intervino la Inquisición. Para eludir las comprometidas imputaciones del Santo Oficio, Goya regaló las planchas y los ejemplares sin vender a Carlos IV a cambio de una pensión para su hijo Javier. El grabado iba a presidir en un principio la serie, relegándose al número 43 en la edición definitiva.
Es compleja y variada la interpretación de este famoso grabado. El pintor cae rendido sobre su mesa de trabajo rodeado de una serie de animales, sus propios monstruos y fantasmas. La interpretación más próxima de la obra alude a la situación mental del autor y a sus visiones tristes y atormentadas; por continuidad, se puede extender el sentido del grabado a la propia psicología melancólica del artista; un paso más allá, en la misma línea, nos lleva a una reflexión estética sobre la imposibilidad de realizar y comprender la obra de arte desde supuestos puramente racionales. Sin duda, van demasiado lejos los que ven en la obra un claro precedente del inconsciente individual o colectivo; todavía parecen menos acertados las que anuncian al grabado como una puerta abierta al surrealismo.
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