miércoles, 20 de enero de 2010

El nacimiento de una nación


Hay obras maestras cuya principal aportación son los elementos estilísticos, hasta el punto de que fundan un género.
La película El nacimiento de una nación del gran maestro del cine mudo D.W. Griffith, realizada en 1915, pese a sostener una visión del mundo, una simbología y unos sentimientos escandalosamente racistas, incluso para su época (el filme tiene una visión romántica de la esclavitud, glorifica al Ku Klux Klan y los negros son retratados como una raza peligrosa y sin inteligencia) representó el surgimiento y la consagración artística del séptimo arte, debido a que nunca antes el cine había abordado de ese modo una guión tan extenso y complejo. Por no hablar de los medios utilizados, ya que fue la producción más costosa hasta ese momento, con unas cifras que aun nos siguen impresionando: cinco mil escenas diferentes, 18 mil actores y extras, tres mil caballos y siete meses de producción (por los avances de la tecnología digital, es posible que estas cifras ya no se superen nunca).
Pero, sobre todo, desde un punto de vista técnico, marcó el punto de inflexión definitivo para el futuro del cine. La versión final de la película constó de doce rollos, con un total de 1.375 planos, que hacían progresar la narración, los orígenes del “glorioso Klan” tras la guerra civil norteamericana a través de las vivencias de una familia del Sur, gracias a una combinación asombrosa de elementos formales que conforman prácticamente la totalidad de los recursos técnicos del lenguaje cinematográfico de todos los tiempos: la amplia fotografía de detalles, es decir, la utilización del primeros planos, las vistas panorámicas, esto es, la utilización del plano general, la expansión del área de acción, la aceleración del tiempo, el switchback o zigzag, técnica que consiste en intercalar planos de diferentes escenas para dar lugar al acción paralela; el flashback, que era para Griffith la forma demostrar un hecho acotado o bien las causas de un acontecimiento presente, el montaje paralelo o alternado para conseguir acortar o dilatar el tiempo cinematográfico, el fundido para concluir una secuencia e introducir una nueva, la moderación en la expresión referido al estilo de interpretación por la necesidad de evitar los gestos bruscos de sus actores, que provenían del teatro, la iluminación de interiores más realista y también el uso de la iluminación natural para tener efectos poco frecuentes, el contraluz o backlighting, una gran variedad de emplazamientos y ángulos de la cámara, la cámara en movimiento, inusitadas formas de unir los planos en el proceso de montaje y el establecimiento del director como primera fuerza creativa del filme…

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