sábado, 19 de noviembre de 2022

El coronel Abengoa. Comentarios en Facebook

 

Coincidí con el coronel Abengoa, Doctor en Historia contemporánea y profesor titular de la UNED jubilado, en una conferencia sobre Julio Caro Baroja en el Ateneo de Madrid. Desde que lo conocí hace años en un país de África ecuatorial comíamos una vez al mes callos al estilo de Madrid (como el célebre chotis) o rabo de toro a la cordobesa en un restaurante de la calle Montalbán. También manteníamos una fluida relación virtual a través de Facebook, en la que hacía sabrosos comentarios sobre algunos artículos de mi blog (nos cuidábamos) y otros más ácidos sobre sus amigos de la red, algunos comunes.

Días atrás, en la sobremesa (de postre cañitas a la gallega) me habló de su escepticismo sobre lo que Heidegger entendía por poetizar a propósito de una antigua entrada Poesía y verdad. El libro de Heidegger Hölderlin y la esencia de la poesía, una jerga telúrica de la autenticidad, afirmó, ha sido el origen de una interpretación esencialista de la poesía, donde todo es acongojantemente profundo. La metapoesía contamina a la poesía. La veneración de Heidegger por Hölderlin resulta más bien un empobrecimiento pues se desentiende de lo verdadero de su obra: el contexto poético. He visto más montañas de las que hay en la Tierra, poetiza Pessoa. Y no hay más. No hay fundación original del ser por parte del poeta, la poesía no es un decir ontológico, sólo creación literaria cuyos dioses y demonios no pueden separarse del poema ni ser rescatados de su exilio mediante un lenguaje mitopoético y un sobresentido adánico. La poesía es un género literario, dicho sea de paso, mucho más exigente y menos flexible que la prosa. Tengo la convicción de que la poesía es muy buena o se diluye sin dejar huellas. Esta es mi tesis, propuso Abengoa: la poesía es un legado cultural destinado a extinguirse. El paso previo a su desaparición será su relevo por sucedáneos filosóficos en verso, la prosa poética troceada será su última morada. La poesía dejará de habitar la Tierra y nadie lamentará su pérdida. Por cierto, el poema de Rafael Cadenas De falsas maniobras (1966) que has enviado a mi muro no está nada mal. Aborda con potencia creadora el tema clásico de la identidad personal perdida y recobrada, plural y unitaria, fenoménica y fenomenológica. Demasiadas palabras. En todo caso, prefiero a Machado cuando conversa con el hombre que siempre le acompaña.  

- Por cierto, Abengoa, nunca te he preguntado, quizás por ser una cuestión menor, qué piensas de una red social como Facebook, nuestro lugar habitual de encuentros e intercambio.

- Como cualquier red social, es algo imposible de definir. Ignoramos qué es una red social. Sus confines son inabarcables. Desde la masiva intervención ideológica, las influencias en los mercados de la moda, las pendencias de los famosos, el video del viaje a Nueva York hasta la fotografía de tu mascota moviendo el rabo. La persona más rica del mundo ha comprado hace menos de una semana una de las redes sociales más famosas, pero no sabe qué hacer con ella. Incluso puede tratarse de un visionario que pretende hacerla desaparecer por obsoleta para crear un gigante tecnológico más rentable. Cada usuario de Facebook sabe de sí mismo y algo de sus amigos cercanos: tú, por ejemplo, lo utilizas para dar publicidad a tu blog, pero no para mostrar tu vida privada.

- Lo que me parece menos aburrido de mi vida está en los artículos del blog. En cambio, tú practicas el voyerismo intelectual hasta que algo te remueve el pretérito imperfecto. Tus notas a pie de página son sinceras hasta el límite de lo que puede ser dicho en Facebook. Otros ni eso: despachan con tres líneas los últimos desmanes de los políticos o reciclan chistes malos en versión Millennials. La mayoría de los jóvenes han emigrado a Instagram, un espacio más cómodo para perder el tiempo. Mi impresión es que se ha impuesto una masiva cultura de la imagen, ajena al lenguaje, de ahí las Historias de Facebook, todo un salvavidas, o la apuesta arriesgada de Meta. Lleva razón Heidegger cuando sostiene que Nosotros, los hombres, somos habla. El ser del hombre se funda en el lenguaje. (…) El lenguaje es un bien en un sentido más originario. Es el bien que sirve como garantía de que el hombre puede ser histórico. El lenguaje no es una herramienta de que se pueda disponer, sino ese acontecimiento que dispone de la más alta posibilidad de ser hombre.   

- Todavía hay en Facebook gentes, entradas e hilos conductores dignos de interés, repliqué. Lenguaje.

- Desde luego, prosiguió, el coronel, el otro día tuve una difícil disputa con una potente activista de la derecha tecnocrática.

- No hablo de prohibir nada, argumentó la activista. Insisto. Solo trato de poner de manifiesto lo que se oculta, aquello de lo que no se puede hablar. Dejemos totalmente al margen, si es que es posible, los aspectos religiosos, morales, jurídicos, sociales, políticos y psicológicos de ciertos temas y centrémonos exclusivamente en su dimensión biológica. Les invito a que lo consulten en las investigaciones de la Clínica Mayo, entre otras. Por ejemplo, de los riesgos y efectos secundarios de la terapia hormonal de masculinización en adolescentes en período de desarrollo físico; las posibles y frecuentes complicaciones de las intervenciones quirúrgicas de cambio de sexo, los efectos secundarios de la pastilla del día después, los cambios biométricos en la mujer al interrumpir artificialmente un proceso viable de gestación, las disfunciones de la pareja homosexual en la crianza del neonato… Y saquen las pertinentes conclusiones.

- ¿Qué le replicaste?

- Aplacé la contienda antes de tener más información mediante el viejo truco de negar la mayor. Le dije que era imposible tratar los temas a los que se refiere exclusivamente desde su dimensión biológica. De momento pierdo la partida, aunque desconfío de sus evidencias científicas. He quedado en mi casa con un viejo conocido de la familia, investigador del Centro de Biología Molecular del Severo Ochoa para contrastarlas. Después espero tu colaboración, sea cual sea el resultado, para darle una merecida respuesta. No hay prisa. Tengo la impresión de que sí intenta prohibir bastantes cosas, aunque alabo su inteligente celada. 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

¡Te quiero Atleti!

 

Este año pintan bastos. Los malos resultados de la Champions nos han dejado últimos del grupo sin el consuelo menor de la Liga Europa. El equipo está tocado mentalmente (lo está desde hace tiempo); el agujero contable se ensancha. La afición se impacienta. No obstante, el sentimiento atlético, incluso cuando hemos penado en el infierno, el purgatorio y el limbo (ahora) es idéntico, inmutable y eterno, como el Dios de los sabios medievales. Lo cual no debe privarnos de un análisis crítico del desastre rojiblanco y sus causas, parodia del título del libro más conocido de mi bisabuelo.

Procederemos del rey abajo. En lo más alto está Miguel Ángel Gil Marín, primer accionista y consejero delegado del club, hijo del inefable Don Jesús, para quien las cuentas de la Alcaldía de Marbella, del Club y la suya eran vasos comunicantes. Después Enrique Cerezo, presidente y accionista, hombre del espectáculo, jovial comunicador, encargado de las relaciones públicas, pero con escaso peso en las decisiones deportivas; le sigue Andrea Berta, un mosaico de luces y sombras, director técnico y mano derecha de Gil Marín; luego, nimbado de gloria, el Cholo Simeone, el entrenador más legendario del Atlético, incluido Luis Aragonés (quien, en mi opinión, hubiera debido dar nombre al nuevo estadio). Por último, el profe Ortega, uruguayo, como Diego Forlán y Luis Suárez, preparador físico del equipo, un misterio dentro de un enigma: trabajos forzados, muchas lesiones de repetición, como las anginas, y poca intensidad en la cancha.  

El problema raíz de estos dos últimos años han sido los fichajes. Es decir, el dinero. La apuesta ha sido traer jugadores de gama media: Nahuel, Reinildo, Witsel o Kondogbia y media-alta: de Paul o Cunha y confiar en que el Cholo los madure y adapte a los esquemas del equipo. Lo cierto es que el único que ha demostrado capacidad de integración y un rendimiento notable ha sido Reinildo. El resto no ha dado la talla. También es verdad que es muy difícil competir con los ingresos ilimitados de los llamados clubs Estado financiados por los magnates del Golfo Pérsico. Qatar es el país anfitrión del Mundial 2022. Pienso en las predicciones de Sumisión, la peor y más realista novela de Michel Houellebecq. El mercado de traspasos se ha disparado. Y los sueldos netos de las estrellas superan los imaginable: Kylian Mbappé cobra 72 millones de euros al año, Leo Messi 42, los mismos que Neymar. No es de extrañar que los grandes clubs europeos no dopados intenten exprimir el limón mediante la (por ahora) fallida Superliga, las giras asiáticas y norteamericanas, la exportación de partidos en la cumbre, la copa de la recopa de la supercopa y otros inventos destinados a engrosar las escuálidas tesorerías. El Barcelona está apalancado y sin blanca. Ni siquiera el Real Madrid, una fábrica de dinero, puede estar a la altura de los petrodólares. El Liverpool está en venta. Tengo la certeza de que el Atlético será finalmente engullido a corto plazo por alguno de estos grupos de inversión. Si no, al tiempo. Un notable del club amigo de mi yerno que me invita de vez en cuando a la tribuna del Metropolitano (es una pasada total) susurra que la idea ronda por la cabeza de Gil Marín.

El Cholo, antaño jugador, conoce cuál es la esencia secular del Atleti: defensa rocosa, centro del campo presionante, con capacidad de recuperar y lanzar con rapidez a las puntas letales. El histórico contrataque del glorioso. La estrategia se concreta en el famoso bloque bajo del Cholo. El problema es que los rivales se lo saben de memoria, presionan alto, dificultan la salida, provocan un juego espeso y lento que propicia la celada, se adueñan del centro del campo y se multiplican los riesgos de jugar cerca de tu área. Además, este año la defensa hace agua. Cuando perdimos con el Real Madrid las dos finales de la Champions tuve claro que para ganarle al equipo blanco hay que hacer algo más que una defensa numantina y especular con los errores del contrario. Otro problema es que sin un centro del campo solvente los delanteros no reciben balones al espacio y jugar de espaldas es muy complicado. Todavía otra carencia: el equipo no sabe gestionar el ataque estático, al final se enganchan con las sólidas defensas de cualquier equipo, falta precisión en el último pase y definición contundente. No encajar goles es importante, pero sin meterlos es complicado ganar los tres puntos.

En conclusión: creo que el Cholo debe continuar, pero el sistema es manifiestamente mejorable; habrá que traspasar algunos jugadores, prefiero no decir nombres, pero es ley de vida; y que Joao Felix debe ser titular siempre, como Koke, Griezmann y Oblak. Lo demás es evidente: cuanto mejor trabaja un equipo, más suerte tiene. 

jueves, 3 de noviembre de 2022

El político y el científico

Imagina, como la canción de John Lennon, el país de una supuesta Federación Europea de Naciones en el que tras unas elecciones generales hay dos opciones mayoritarias, el centro derecha y el centro izquierda. Nada de sobresaltos: los extremos son marginales en el nuevo Parlamento. No importa quien haya ganado en las urnas. En primer lugar, el presidente del gobierno nombra a los ministros del gabinete. Supongamos, ¡oh dichosa ventura!, que transcurrida una semana convoca en su recién barnizado despacho al ministro de economía, por ejemplo, y al jefe de la oposición. En una primera toma de contacto, gobierno y oposición argumentan las líneas maestras de sus programas. A la semana siguiente el presidente se reúne con un comité de expertos rigurosamente seleccionados entre los más prestigiosos economistas del país a los que entrega un informe detallado de ambos proyectos, así como de los acuerdos, distancias y discrepancias. Tras un mes de sesudas sesiones, el comité de sabios presenta un trabajo exhaustivo sobre lo que, en su docta exposición, sería el mejor programa económico con vistas al bien común: pactos prudentes sobre el salario mínimo y las ayudas sociales, el justo medio de los impuestos, la regulación equilibrada de los bancos y las contribuciones de los sectores estratégicos, la función social de la propiedad, el legítimo beneficio de las empresas, el fomento de la iniciativa privada, los derechos laborales, etc. El dosier sería entregado en primer lugar al gobierno y después a la oposición, y tras una puesta en común con los autores, iniciaría su andadura legislativa y ejecutiva. Sería poner de acuerdo a Pericles, fundador de la democracia, con Platón, defensor de una forma de gobierno basada en la aristocracia intelectual. Un abrazo fraterno entre democracia y sabiduría, una práctica consensual de los medios y los fines. En resumen, una utópica política del conocimiento, el reverso de la demagogia, el electoralismo, la corrupción, el narcisismo, la desinformación, el populismo y la partitocracia.

La realidad es otra. Dos ejemplos del pasado con sentido universal. Hace años (nunca revelo mis fuentes), La Comunidad de Madrid nombró director de uno de los grandes hospitales públicos de la capital a un reconocido especialista, un médico inteligente, jefe de servicio además de un excelente gestor según sus colegas. Aceptó el cargo. Le dieron un mes para presentar sus propuestas. La primera era que una firma solvente se encargara de realizar una auditoría del hospital. Otra exigía que se elaborara una base de datos (causas, tratamientos, servicios y profesionales implicados) de los pacientes que habían sido derivados a clínicas privadas y viceversa. También que se inspeccionaran a fondo los servicios externalizados: comedor, limpieza, seguridad, informática y mantenimiento. Que fuera un auténtico hospital universitario: atención, investigación y docencia. Además, sugería que en el parte de alta del paciente constara a pie de página la factura de lo que su estancia había costado al Estado. En el plazo previsto se reunió con el consejero de sanidad, abogado militante, y sus asesores, tres políticos de campanario ajenos a la profesión médica y con unos curricula más flacos que el galgo de un feriante. En menos de una de hora presentó su dimisión irrevocable y ese mismo día volvió a la consulta.

Vamos con el segundo caso. Hace tiempo, participé junto con otros expertos en la elaboración de los decretos de mínimos del Estado para las asignaturas de Filosofía e Historia de la Filosofía bajo la coordinación de un veterano especialista del Ministerio de Educación. Cuando los terminamos, una comisión de catedráticos de universidad los revisó minuciosamente y por fin, tras varias reuniones conjuntas para pulir cambios, retoques y matices, fueron aprobados. El último paso fue ponerlos a disposición de las comunidades autónomas para concertar su redacción definitiva. Y así se hizo.

- ¿Qué tal os fue, le pregunté a nuestro coordinador, con los expertos vascos y catalanes?

- La verdad es que no pusieron ninguna pega. Sólo algunas preguntas inocuas para cumplir el trámite. Ni siquiera me parecieron expertos, más bien burócratas. Dijeron que el decreto les parecía un excelente punto de partida. Amén a todo. Me extrañó tanta conformidad, tanto acuerdo plano.

- No seas ingenuo, le contesté. El real decreto se la trae al pairo. Como mucho lo han fotocopiado. Lo que quieren es hacer lo que les dé la real gana. Detrás de los expertos están los comisarios políticos de las consejerías. Tengo la impresión de que ya los conoces de vista. 

En efecto, con el tiempo pude constatar que las unidades de filosofía de las comunidades autónomas se parecían a las del decreto lo mínimo para no parecer de otro planeta. El decreto se adaptó, según manifestaron, a las peculiaridades ineludibles de cada espacio cultural dentro de la diversidad y bla, bla, bla. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.

Lo cierto es que es imposible una síntesis entre política y sabiduría por diversos motivos:

- Las reglas del lenguaje político no se ajustan a los parámetros de lo que entendemos por racionalidad práctica. Por ejemplo, puedes proponer una medida cuando estás en la oposición y la contraria cuando estás en el gobierno. Ética y política son agua y aceite.

- Aunque no fuera así, las limitaciones de una argumentación estrictamente racional son insalvables. Estamos hablando de una comunidad ideal de interlocutores, con una competencia argumental irrefutable en cuestiones ideológicas. Es decir, una utopía ilustrada (¿totalitaria?) fuera de nuestras cabezas.

-Aunque no fuera así, las limitaciones del consenso político superan el alcance de la argumentación dialógica. Con tales limitaciones nos referimos a la concepción global de la realidad (personal y colectiva), a las culturas y subculturas, a las heterogéneas intelecciones e interpretaciones de los hechos o a la definición previa de los valores y objetivos. A los ídolos de Francis Bacon.

- Aunque no fuera así, es decir, hubiera un método racional para establecer cooperativamente la verdad de las proposiciones políticas, una teoría posible del consenso ocurre que la mayoría de los problemas políticos son antinómicos. Una antinomia es una argumentación o recorrido de la razón que demuestra con la misma fuerza probatoria una proposición y la contraria, es decir, la tesis y la antítesis. Por ejemplo: que un Estado sea federal o centralizado; que los jueces elijan a los altos cargos judiciales o que sea el Parlamento; que haya más Estado o menos Estado en los presupuestos generales; que se regulen o no los mercados financieros, que se intervengan o no los sectores esenciales de un país… que se prohíban o fomenten las corridas de toros. Misión imposible: es necesario volver a Rousseau, a sus conceptos metafísicos de democracia y voluntad general. Al discutible Yo común y a la perversa interpretación del contrato social (más parecido a la polarización y al golpe de estado institucional). Después de todo, hablamos mal de los políticos, pero también habría que poner entre paréntesis la competencia de la ciudadanía, esa parte de la persona que se compromete, quiera o no, con la cosa pública. Fin del bucle: prefiero la democracia representativa sólo porque me permite bajar al kiosco de la esquina y comprar el periódico que me apetece. Dicho de otro modo: es mil veces mejor el coro de grillos que cantan a la luna que la bota del soldado desconocido.