Decididamente
están de moda las series televisivas. Las grandes firmas del streaming, Netflix, Amazon, HBO, Sky, entre
otras (parece que Apple también se apunta) parecen haber dado con la clave del
éxito de los servicios audiovisuales bajo demanda. En otra entrada de este blog
hice una
breve historia del polifacético “continuará” (que incluye las series y
otros soportes). Aquí analizo algunas razones por las que las series están
actualmente en la cresta de la ola de la industria cultural.
Seguridad. La primera es que cuando
seguimos una serie sabemos que nuestra parte de ocio está asegurada. Se
disparan las endorfinas ante la perspectiva de anclaje para el tiempo libre;
nos libramos del desasosiego que produce la obligación de buscar algo que nos apetezca en el maremágnum de películas,
documentales, deportes, música que ofrece la firma de streaming que hemos contratado. Además si otro evento televisivo
nos interesa en la franja horaria que dedicamos a una serie, sabemos que siempre
estará disponible para seguirla cuando nos apetezca. Es más, podemos seguir una
serie antigua o de moda desde el primer episodio y temporada.
Versatilidad. Decíamos que las series
crean hábitos de ocio estables, que fomentan rutinas gratificantes. A esto hay
que añadir su versatilidad como productos de consumo. Esta es otra de las
razones más poderosas por la que las series son tan apreciadas. Pueden
verse en cualquier espacio y tiempo: mientras te das un paseo, al ir al
trabajo, durante un viaje, en la habitación del hotel, en la sala de espera
del médico o en la tele del dormitorio con tu pareja... Las series son un ocio de
fácil acceso, un océano de entretenimiento al alcance de todos (las
suscripciones son asequibles) y se pueden ver en todos los soportes audiovisuales:
en la televisión, el ordenador, la tableta o el teléfono móvil; se
adaptan mucho mejor que otras formas de cultura a este cambio de plataformas
y medios. Mientras el cine retrocede, la televisión vive su mejor
momento.
Amplitud.
La oferta es muy amplia. En realidad, recoge todos los géneros
cinematográficos: drama, acción, comedia, policiaco, historia, terror, ciencia
ficción… Asimismo, puedes elegir series de perfil
bajo, fáciles de comprender, con tramas que no requieren un especial esfuerzo
intelectual para seguirlas (como Friends),
aptas por la gente que llega cansada física y mentalmente a su casa después de una larga
jornada de trabajo. Inversamente, puedes inclinarte por series de perfil alto, complejas, con exigencias
de comprensión (como Twin Peaks). Incluso
directores de cine consagrados, Scorsese, Fincher, Spielberg, los Cohen o los
Wachowski se han pasado a las series. Muchas películas de culto se han
convertido en series. En la lista de ofertas hay una paleta interminable de
perfiles intermedios que puedes sondear antes de decidir cuál será la siguiente.
La versatilidad de las series genera, previos
estudios de impacto y análisis de big
data, los llamados nichos de mercado,
más directos todavía que los géneros: series de abogados, narcos, reinos
perdidos, biografías, adaptaciones, detectives, robots, espías... Es sabida la
capacidad que tienen las plataformas digitales de conocer nuestros gustos para
después decidir por nosotros sin que nos demos cuenta. La oferta es tan amplia
que podemos pensar con nuestra propia cabeza y encajar en algún nicho de
mercado. Además es ocio, no arte; en esto se diferencian por el momento del
cine.
Enganche. Cuando seguimos una serie necesitamos saber lo que va a ocurrir
después. El aficionado (no digamos el adicto) experimenta al final de cada
capítulo la necesidad de ver el siguiente para empaparse de lo que sucede a continuación. Sea cual sea el nicho de
la serie, el final del episodio siempre se presenta de forma ascendente, potente,
cargado del máximo interés. Esto explica que casi siempre veamos más de un
capítulo; o si no tenemos algo mejor que hacer, engolfarnos en un maratón de
siete episodios, incluso de una temporada completa. Los guionistas saben cómo
hacerlo. Manejan la ley de clausura y el temporis
punctum con eficacia probada. Nos enganchan hasta el punto de que cuando la
serie concluye experimentamos una cierta sensación de vacío y duelo hasta
encontrar la nueva. Otro factor del enganche es la presión social: la familia,
los amigos, los vecinos, la pandilla, los compañeros de trabajo comentan los avatares
de una serie y si no quieres quedarte fuera tienes que subirte al carro. Actualmente
la fluidez de los grupos primarios depende de las nuevas tecnologías.
Deconstrucción. Una de las
características de las series es la fragmentación permanente de la trama. Los
guiones se parecen al formato de una novela donde se salta de unos personajes a
otros, de una situación a otra, de un planteamiento a otro. El guionista utiliza
los mismos recursos en las transiciones de la acción que en los finales de
episodio (es decir, te deja con la miel en los labios). La extensión de la
trama permite introducir nuevos personajes y líneas narrativas. Asimismo, los
personajes centrales pueden evolucionar, declinar a favor de otros o
desaparecer. La deconstrucción permite alargar las series sin que el espectador
se fatigue y cambie. En realidad las series se parecen a la vida misma. En
muchas series en curso el guion no está acabado: el propio guionista estudia
posibles variantes para los siguientes episodios y las futuras temporadas en
función de las preferencias actuales que su antena capta entre los seguidores
en las redes sociales o las opiniones de la crítica.
Inmediatez. La serie recoge con ventaja
el recurso al enganche de las telenovelas o culebrones que ofrecen cada día un
nuevo capítulo, o los antiguos cuadernos de historietas donde el nuevo número
de la colección sale la próxima semana. La ventaja de las series es que no
tienes que esperar ni un minuto para enterarte de lo que le pasa a tus
personajes favoritos. Su inmediatez ha dado lugar a lo que muchos seriólogos
han denominado “efecto de familia”. Del mismo modo que tus mascotas, los
personajes de la serie acaban por formar parte, consciente o inconsciente, de tu
entorno afectivo. Internet ha permitido que la inmediatez del contenido de las
series se convierta en un fenómeno planetario. La propia serie tiene su web y
su muro nacional e internacional en todas las redes sociales. Los “me gusta”,
los comentarios, las imágenes, las discusiones sobre los posibles finales,
retroalimentan su valor y difusión. Visto de esta manera no elegimos una serie
sino al revés, somos productos de los efectos gravitatorios de una cultura
global.