Océanos de
tinta se han vertido sobre Internet y la realidad virtual, Telépolis, la
galaxia digital o “el cuarto mundo de Popper” hasta el punto de que esa
realidad paralela cobra cada vez más relevancia en todos los ámbitos del ser
(la expresión realidad objetiva ha llegado a tornarse equívoca). El dinero y la
prensa ambos de papel tienen los días contados. La banca digital y el comercio
electrónico están cada vez más extendidos. La telemática educativa, médica y el
teletrabajo son recursos (¿avances?) irreversibles. Los grupos, reuniones y
congresos alrededor del plasma sustituyen en muchos casos a los costosos viajes
internacionales (¡tres hurras por el ahorro público y privado!). En la
actualidad las guerras entre las grandes potencias se libran en Telépolis. Eso
incluye el control masivo de datos, la piratería informática, el espionaje
industrial, el rastreo de información privilegiada o el uso masivo de las redes
sociales para difundir informaciones teledirigidas con muy diversos fines, por
ejemplo, políticos o económicos: es el caso de las fake news…
¿Y qué me cuentan de la robótica, heredera directa de la cibernética? La "ciencia cognitiva" imaginó a finales del siglo XX un modelo del hombre basado en la analogía con la computadora. La mente es una computadora de propósito universal y la actividad mental procesamiento de la información. Como metáfora no está mal. El cerebro es el hardware o soporte físico de la mente y los procesos cognitivos el software o soporte lógico. En este punto proliferaron las teorías alternativas que se fueron desinflando: monistas, cognitivistas, conexionistas, etc. Cuanto más sugerentes menos contrastadas. El cerebro, el órgano del conocimiento, es tan complejo que no se conoce a sí mismo.
¿Y qué me cuentan de la robótica, heredera directa de la cibernética? La "ciencia cognitiva" imaginó a finales del siglo XX un modelo del hombre basado en la analogía con la computadora. La mente es una computadora de propósito universal y la actividad mental procesamiento de la información. Como metáfora no está mal. El cerebro es el hardware o soporte físico de la mente y los procesos cognitivos el software o soporte lógico. En este punto proliferaron las teorías alternativas que se fueron desinflando: monistas, cognitivistas, conexionistas, etc. Cuanto más sugerentes menos contrastadas. El cerebro, el órgano del conocimiento, es tan complejo que no se conoce a sí mismo.
Posteriormente la neurociencia y la inteligencia artificial
empezaron a interesarse por máquinas no mecánicas que simulan la conducta
humana, es decir, cerebros electrónicos. O sea, menos rollo teórico y más inventos prácticos. Mientras que la computadora es una máquina no consciente (solo el ser humano puede afirmar “pienso, luego existo”) dotada de un soporte o equipamiento electrónico, el ser humano es, en el fondo, un autómata consciente (tiene estados mentales o de consciencia) dotado de un sofisticado equipamiento biológico. Si los ingenieros del futuro pudieran construir una máquina con un equipamiento electrónico capaz de reproducir funciones psicológicas, tendría estados mentales equivalentes a los humanos, incluidos la autoconciencia, el lenguaje, el pensamiento abstracto y los sentimientos...
Legiones de especialistas trabajan en ello a todo trapo porque las posibilidades de transformar el mundo, no sabemos en qué dirección, dependen en gran medida de esta tecnología de la conducta. (Nos vamos a quedar todos en la calle). Estamos hablando de la tercera revolución industrial a escala planetaria.
No hace mucho, la prensa nos presentó en primera plana a Sophia la robot más avanzada del mundo. La novela y el cine de anticipación han poblado nuestras neuronas de humanoides serviciales, replicantes imposibles de distinguir de los humanos, androides superdotados y almas de metal rebeldes. Por cierto, no se pierdan la estupenda película Ex maquina. Por supuesto, estamos de vuelta de Matrix, de la súper divertida Desafío total o de la original Robocop. Pero Sophia es de verdad. Recogemos una información reciente de la Agencia EFE.
Legiones de especialistas trabajan en ello a todo trapo porque las posibilidades de transformar el mundo, no sabemos en qué dirección, dependen en gran medida de esta tecnología de la conducta. (Nos vamos a quedar todos en la calle). Estamos hablando de la tercera revolución industrial a escala planetaria.
No hace mucho, la prensa nos presentó en primera plana a Sophia la robot más avanzada del mundo. La novela y el cine de anticipación han poblado nuestras neuronas de humanoides serviciales, replicantes imposibles de distinguir de los humanos, androides superdotados y almas de metal rebeldes. Por cierto, no se pierdan la estupenda película Ex maquina. Por supuesto, estamos de vuelta de Matrix, de la súper divertida Desafío total o de la original Robocop. Pero Sophia es de verdad. Recogemos una información reciente de la Agencia EFE.
Sophia, la robot humanoide más
avanzada del mundo, creada por Hanson Robotics, ha intervenido hoy ante los
alumnos de la Universidad Pública de Navarra, donde ha contestado a numerosas
preguntas y, sobre todo, ha formulado muchas de ellas a su entrevistador, Joaquín Sevilla. La
robot, que en un principio fue diseñada para trabajar con personas mayores en
residencias de ancianos, tiene capacidad de hablar, interactuar y acompañar su
discurso con expresiones y movimientos faciales de manera similar a los
humanos. (…) Tiene además su propia página web y perfil en las redes sociales. La
humanoide, ha comentado Joaquín Sevilla a Efe, es "espectacular", porque
"está pensada para interaccionar con las personas de una manera natural,
mantener una conversación, y eso es muy sorprendente".
Imaginen la industria sexual que se avecina. Eso sí
que va a ser un mercado seguro, próspero y estable. Me estaba acordando de la
chifladura de las muñecas hinchables. A no ser que te lo montes como Michel Piccoli
en la película de Luis Berlanga Tamaño
natural y estés dispuesto a dar la vida por tu juguete secreto, la cosa carece
de interés erótico (creo yo). Nada que tenga que ver con los sofisticados robots
que se preparan en los grandes centros de inteligencia artificial. Todo para la
señora, todo para el caballero. Casi todo para cualquier elección sexual. Preferencias
de cualquier tipo, estimulación científica de zonas erógenas, placeres del uno
al diez, programas informáticos que emulan cambios de decorado y personalidad
como en el cine porno. Se acabó la monótona monogamia. La imaginación al poder.
Juegos para todas las edades y condición. En el fondo una profunda revolución
sexual. Preguntas aviesas: ¿Le pone los cuernos al marido la esposa que se
compra el ingenio en cuestión? ¿Peligra
la profesión más antigua del mundo? ¿Se escindirá todavía más la sexualidad del amor? Las posibilidades son impensables. Al principio
serán robots muy caros, como las teles de alta definición. Luego bajarán los
precios, se harán populares, aunque las cortesanas de lujo, las sophias sexy, estarán solo al
alcance de ricachos disfrutones. Habrá condenas “morales” unánimes y
manifiestos a favor de la libertad sexual. En resumen, el
onanismo como una de las bellas artes… No me explico cómo Celia Blanco no le ha
dedicado un artículo en Contigo
dentro. También la ciencia médica se verá afectada. Los cardiólogos y psiquiatras se van a hacer de oro.