sábado, 6 de enero de 2024

El eterno retorno

 

¡Feliz año!, ¡Feliz entrada de año!, ¡Próspero año nuevo!, ¡Mis mejores deseos para el 2024! El filósofo y erudito rumano Mircea Eliade explica el mito del eterno retorno en las sociedades primitivas como un conjunto de ritos que ponen en contacto al hombre con un tiempo cosmogónico fundacional, sagrado, y ocultan el tiempo profano del devenir. Todos los acontecimientos posteriores al tiempo primordial del mito quedan en suspenso, devaluados. Si la esencia de lo sagrado se manifiesta en su presencia primigenia, toda epifanía posterior, todo retorno al tiempo original es una evocación del mito; la repetición del tiempo primordial es el propio tiempo primordial que se revela simbólicamente. La celebración de año nuevo en las sociedades occidentales significa también el olvido antihistórico de un pasado incierto, funesto a veces, y la promesa incumplida de un tiempo mejor que poco a poco se desvanece. Convocamos el mito del eterno retorno con otros ritos y otros fines envueltos en un aura religiosa: el momento fugaz de la fraternidad universal y la renuncia al tiempo de los dioses que poetizó Hölderlin.   

El primer lugar en celebrar el Año Nuevo, según el calendario gregoriano, es la Isla de Kiribati en Oceanía y los últimos territorios en hacerlo serán las Islas Howland y Barker, que forman parte de Estados Unidos. Israel es el único país que, aunque utiliza el calendario gregoriano, no celebra el Año Nuevo como día festivo. El Año Nuevo chino, Año Nuevo del Calendario Agrario o Fiesta de la Primavera es la celebración nacional más importante. Será el sábado 10 de Febrero de 2024 (para la cultura china es el 4721 según el calendario lunisolar, el año del conejo de agua). El Año de la Hégira comienza en el 622 a.C., fecha en que el profeta Mahoma hizo su primera peregrinación a la Meca, y se utiliza para fijar el Año Nuevo musulmán. Debido a que el calendario lunar islámico tiene solo 354 o 355 días, la correlación de sus fechas con las del calendario gregoriano corre más lentamente. El año 2023 a.C. corresponde a los años islámicos 1444–1445 a.H. En 2024 se celebra el sábado 6 de Julio. La celebración planetaria del cambio de año puede tener fechas, fiestas y significados diversos, pero en todos los lugares subyace una mensaje universal: ¡Este día, esta noche, el mundo comienza de nuevo!

La conmemoración del tiempo cíclico en los pueblos nómadas del paleolítico surge de la interacción entre la naturaleza y el hombre por la sucesión regular de las estaciones: las cosechas, el desplazamiento de los rebaños, las migraciones de la fauna. En el antiguo Egipto se percibía el tiempo como un ciclo basado en la inundación anual del Nilo propiciada por Happi, el padre de los dioses, generador de vida, fertilidad y abundancia.   

Los filósofos griegos pensaban que la naturaleza era eterna y el tiempo iba del caos (materia amorfa) al cosmos (regido por principios y leyes), para luego cambiar y regresar al caos, y así sucesivamente, en un ciclo material recurrente. Es decir, que todo lo que fluye en la naturaleza se transforma y desaparece, para luego resurgir y repetirse en infinitos estados. Por eso la figura geométrica perfecta es el círculo.

El actual paradigma de la cosmología, la teoría del Big Bang, afirma que hace unos 13.800 millones de años el universo estaba concentrado en un punto infinitamente pequeño, una singularidad cuya impensable explosión dio lugar a toda la materia y antimateria que aún se expande como un globo a la vez que se enfría. Llegará un momento en que el universo se juntará a causa de las fuerzas de atracción gravitatoria, las galaxias volverán a fundirse en una sopa incandescente y tras un tiempo inconmensurable volverá al estado inicial del punto omega que volverá a explotar… Se trata de un universo pulsante igual a la concepción griega de una naturaleza cíclica.

El eterno retorno, es una idea extraña a la concepción judeocristiana del tiempo. El Génesis, el primer libro sagrado, establece que el mundo ha sido creado por un solo Dios en el tiempo. Frente al tiempo circular del eterno retorno, el tiempo judeocristiano es lineal: el mundo tiene un comienzo en el acto mismo de su creación y un fin escatológico de los tiempos. No obstante, para el cristianismo, especialmente para el católico, hay un tiempo profano antes y otro sagrado después de la llegada al mundo del hijo de Dios. Fiel al arquetipo del eterno retorno, el ritual litúrgico de la misa renueva en el altar el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo bajo las especies del pan y el vino

Nietzsche, escribió en su obra El gay saber estas tremendas palabras:

341. LA CARGA MÁS PESADA

Vamos a suponer que cierto día o cierta noche un demonio se introdujera furtivamente en la soledad más profunda y te dijera: “Esta vida, tal como tú la vives y la has vivido tendrás que vivirla todavía otra vez y aún innumerables veces, y se te repetirá cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente grande y pequeño de tu vida. Además, todo se repetirá en el mismo orden y sucesión… y hasta esta araña y este claro de luna entre los árboles y lo mismo este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia se dará la vuelta siempre de nuevo, y tú con él, corpúsculo de polvo”. ¿No te echarías al suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te hablase?

Son numerosas las interpretaciones de la teoría nietzscheana del eterno retorno. Creo modestamente que se trata del ataque combinado de un heterodoxo catedrático de filología griega y un pasional filósofo romántico a la idea cristiana de inmortalidad y felicidad eterna. Lo asocio con la pintura mural La gloria del Paraíso de Tintoretto que decora la Sala del Consejo Mayor del Palacio Ducal en Venecia, obra maestra en la que los salvados tras el Juicio Final gozan de su eterno aburrimiento. Ni siquiera el propio Dios y la corte celestial que preside la escena sería capaz de soportar tan beatífica contemplación por los siglos de los siglos. La Razón divina sucumbiría finalmente al peso abrumador de esta carga. Echa una mirada al valor supremo de la vida y de la muerte ciudadano que pasas por aquí delante, aconsejaría Nietzsche a los turistas adormilados que transitan por el grandioso escenario.

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