martes, 22 de febrero de 2022

Los líos del matrimonio

Actualmente, no hay mucha diferencia ética o jurídica entre estar o no casado. Lo recomendable es vivir una larga temporada en pecado para saberse mejor, evitar pasmos imprevistos y no tirarse los trastos a la cabeza antes de tiempo. En otras épocas las parejas contraían matrimonio antes de los veinte años, ahora con menos de treinta es un deporte de riesgo. Las parejas actuales, con buen criterio, contraen matrimonio por razones burocráticas cuando tienen o quieren tener hijos. La edad tampoco garantiza nada. Entre mis conocidos el récord de ruptura fulminante es de tres meses con la cigüeña en tránsito. Otro se arrepintió tres días antes de la boda y dejó a la novia compuesta y sin más, con los regalos nupciales y el convite cerrados. No estoy preparado, dijo el arrepentido. Mejor arrepentirse antes que pedir perdón de rodillas después porque la cosa venía de lejos y, como dice la ópera, el amor es un pájaro rebelde. El síndrome de Lady Di. Si persisten en su propósito de contraer matrimonio tienen que contar con que muchas empresas del ramo te piden una jugosa señal en concepto de reserva y un cincuenta por ciento del total una semana antes del evento. La primera discusión prematrimonial surge a la hora de elegir el menú. Mi consejo es que elijan el más sencillo, no el que te tratan de endosar en el último momento con platos inextricables; y que tengan por seguro que cuanto más complicadas sean las recetas, más difícil es dar de cenar a tanta gente. Suma los gastos del traje de la novia (el novio puede alquilar el chaqué por un precio razonable) y los de la Iglesia con adornos florales, orquesta y coro. Muchos piensan que casarse por lo civil no es casarse. Ahora se ha puesto de moda hacerlo en el mismo lugar del convite. Se improvisa un altar, se llevan las sillas, se busca un cura amigo de un amigo y se conecta el equipo musical del baile. Es lógico que los futuros cónyuges prefieran dinero a electrodomésticos. La tarjeta de invitación lleva en sitio bien visible los datos de la cuenta de ingreso. Si aun así decides regalar un aspirador robótico en unos grandes almacenes, pongo por caso, se lo cambian por su precio en efectivo menos la comisión. Es comprensible. Una boda con doscientos invitados (mediana) en una finca a treinta quilómetros de Madrid con autobuses, cóctel, cena y barra libre con baile te puede salir por setenta mil euros. Nunca sale lo comido por lo servido. Hay familias que te ingresan doscientos euros y comen siete. Unos primos lejanos de Galicia te colocan el mismo juego de café sin desembalar que le regalaron a su hija cuando se casó hace un año. Otros justifican sus manos vacías con promesas futuras … ¡Ojo, los niños pequeños tienen menú aparte y son legión! En resumen, es preferible casarse sin previo aviso en un juzgado de la Sierra y después gritar a los cuatro vientos ¡SORPRESA!

Vamos a la teoría. Todas las sociedades, sin historia y con historia, primitivas o avanzadas, limitan la esfera de las personas con la que podemos casarnos. El matrimonio, en cuanto supone el pleno reconocimiento civil de la familia, tiene unas reglas que permiten acceder a la institución. Básicamente son de dos tipos: exogámicas y endogámicas.

La exogamia es la obligación de contraer matrimonio exclusivamente fuera del parentesco (al menos de un cierto grado que se considera prohibido). Todas las sociedades exigen la elección del cónyuge fuera de la familia nuclear y ponen rígidas limitaciones a contraer matrimonio dentro de la familia extensa o consanguínea. Es decir, es obligatorio buscar esposa fuera el grupo de origen o procedencia. Ninguna sociedad conocida ha permitido el matrimonio entre hermanos y hermanas, madre e hijos y padres e hijas… La gran mayoría de las legislaciones del mundo consideran el incesto como un delito, aunque se haya practicado con "mutuo consentimiento" entre mayores de edad. El tabú del incesto es una prescripción universal a la que se han dado distintas explicaciones: genética, para impedir malformaciones congénitas, psicoanalítica (Freud le dedicó su obra Tótem y tabú); demográfica, se impide la expansión de amplias ramas de las relaciones sociales; morales, por ser antinatural (falso, muchas especies lo practican); y económicas (como exponemos a continuación).

La antropología estructuralista, encabeza por Claude Lévi-Strauss (1908-2009) en su obra las estructuras elementales del parentesco, sugirió la denominada “teoría del intercambio generalizado”. Según el antropólogo francés, la exogamia permite intercambiar mujeres entre sociedades distintas y distantes como el medio para establecer todo tipo de intercambio de bienes. La alianza matrimonial es, por tanto, una estrategia para consolidar vínculos de colaboración económica entre familias, etnias y linajes. Un caso extremo es el ofrecimiento sexual que los esquimales hacen de su esposa a ciertos extranjeros a fin de contraer un sólido vínculo social que les permita acceder de forma privilegiada a determinadas tecnologías, materiales o alimentos. Supongo que esta teoría no convencerá a las feministas. 

La endogamia es la obligación de contraer matrimonio en el interior de ciertos grupos a causa de la edad, la casta, la raza, la clase social o la religión. Es evidente que en la sociedad occidental estas reglas de acceso al matrimonio de forma manifiesta o latente son también endogámicas. Puesto del revés se entiende mejor: está mal visto el matrimonio entre personas con edades muy distantes, con formación muy desigual, de clases sociales alejadas en la escala de los estatus reconocidos, de religiones incompatibles o de características raciales diferentes (sobre todo entre la raza blanca y la negra).   

Por otra parte, hay varias estructuras matrimoniales relacionadas con el número de los cónyuges permitidos:

En la monogamia, a una esposa le corresponde un marido y viceversa. Se trata de un tipo de vínculo matrimonial tan extendido en la cultura occidental que es considerado el único legal y moral. Para la sociedad europea o norteamericana es la única forma "decente y civilizada” de matrimonio. Sin embargo, no hay que ser excesivamente etnocéntrico en la aplicación de esta norma ya que un gran número de sociedades de todas las épocas admiten y practican otras formas de matrimonio. 

Hay tres variantes. En la poliginia, muy extendida entre las tribus de África Central, está permitido que un marido tenga una pluralidad de esposas. Suele ser un símbolo de estatus, de tal forma que cuantas más mujeres puedas mantener, mayor será el reconocimiento social por parte del grupo. Me contaba un alto cargo de la inspección educativa que, en uno de sus viajes profesionales al África ecuatorial, entabló amistad con el obispo católico de la capital. En una ocasión, el prelado le invitó a comer en el palacio episcopal. Desde que el mayordomo sirvió los entrantes hasta los postres tropicales, el inspector advirtió un inusual trasiego de mujeres y churumbeles que en vez de llamarle eminencia le llamaban esposo o padre. Extrañado, el invitado, le preguntó al obispo con diplomacia vaticana si tales uniones no eran contrarias a la doctrina religiosa que profesaba. Bueno, admitió el obispo, si algo hay que respetar son las tradiciones seculares de los fieles. Los esquimales varones de Groenlandia del siglo pasado practicaban la poliginia si conseguían demostrar a los padres de las solteras sus habilidades en la caza. Los que tenían éxito podían permitirse alimentar a varias esposas, lo cual era un símbolo de su valía. Algo parecido ocurre en ciertas etnias africanas o en confesiones religiosas como los mormones. 

En la poliandria, se admite que una mujer esté casada a la vez con dos o más hombres. Esta última es mucho menos frecuente que la poliginia. Un ejemplo de poliandria se ha dado en culturas aisladas de la India meridional donde se practicaba la poliandria fraternal, ya que al casarse una mujer se convertía automáticamente en la esposa de todos sus hermanos. Por su parte, se han descrito casos de matrimonio en grupo en comunidades de las islas Marquesas, un archipiélago de Polinesia. Hay más: consulten y vean.

En el matrimonio grupal, el más minoritario, se comparten indistintamente esposos y esposas. En épocas recientes, la forma más conocida han sido las comunas norteamericanas surgidas de la contracultura hippie de los años setenta, hoy desaparecidas. 

Otra forma de agrupar a los matrimonios es la que se sigue de la distinción entre matrimonios patriarcales y matriarcales.

El matrimonio patriarcal se caracteriza por la posición dominante del esposo frente a la esposa. El matrimonio patriarcal se caracteriza porque la herencia en sus distintas modalidades se origina en la línea paterna. Por tanto, los hijos heredan del padre el hogar, el apellido, los bienes, los títulos o la nacionalidad.

El matrimonio matriarcal, inversamente al anterior, se caracteriza por la posición dominante de la esposa frente al esposo. En esta forma de matrimonio, la familia extensa y las alianzas tribales se constituyen a partir de las líneas consanguíneas de la mujer. Además, el matrimonio matriarcal comporta que lo cónyuges viven en casa de la mujer (matrilocalidad) y que los hijos identificados reciban los privilegios de la herencia materna (matrilinaje). No todo es machismo puro y duro. 

Adenda: Sólo he asistido al enlace de un profesor y su novio en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor de Madrid. Todo el mundo participa con sus discursos laudatorios, escritos y sonetos. El problema es la duración. Al final el oficiante tiene que cortar por lo sano e invitar a la concurrencia a desalojar la sala porque le quedan todavía tres bodas. Los mirones sabatinos que pasean por la plaza se preguntan impacientes ¿pero cuando salen los novios? Hace un buen rato que se han ido en un precioso Citroën de los años sesenta.

miércoles, 16 de febrero de 2022

La familia y otros animales


Hablar, hablo de casi todo, pero saber… no sé de casi nada, se sinceraba tras el segundo gin-tonic una amiga de toda la vida. Como cualquiera, le dije. ¿Quién entiende, por ejemplo, de medicina? Primero la suegra, después, los enfermeros, luego el farmacéutico, por último, y no mucho, los médicos. Charlamos, decimos, opinamos. Hablar por hablar. Es normal y saludable puesto que la única manifestación en este mundo del espíritu absoluto hegeliano es el buscador de Google, al que siempre podemos recurrir en caso de confirmación o refutación; aunque es poco recomendable abusar del verismo digital con tu pareja o cuando sales a cenar con los amigos. ¡Cuidado con la consulta rigurosa de los móviles porque puedes quedarte más solo que la una! Por lo demás, la verdad es un valor en desuso. Volvamos a la cena de amigos. Uno de los temas estrella es siempre la familia. ¿Pero tenemos una idea precisa de qué es la familia? Como no queremos aguar el vino con el no saber de los demás, guardamos un prudente silencio y les recomendamos este modesto artículo. 

El etnocéntrico ciudadano europeo o norteamericano piensa al hablar de la familia que se trata de algo evidente, que se puede resumir en pocas palabras y todos sabemos de qué va. En realidad, no hay una definición universal, ni siquiera en el marco de la familia occidental. La mayoría de las culturas de influencia anglosajona consideran que la familia latina (como la española) es excesivamente protectora y una rémora para la maduración e iniciativa de los hijos; inversamente, los latinos consideran a la familia anglosajona una madrastra que los priva, en todas las etapas de su vida, del afecto y de la protección parental. En la familia anglosajona los hijos tratan activamente de independizarse cuando comienzan los estudios universitarios, mientras que, en la latina, cuando los terminan, lo intentan sin prisa, pero con pausa. Recuerdo que hace años la hija de una amiga australiana de mi mujer a la que conoció durante su estancia en Inglaterra nos visitó en Madrid. Toda una mochilera. Había conseguido el Certificado de Educación Secundaria y viajaba sola por Europa con el dinero que había ganado en trabajos de lo más variopinto durante los veranos, lejos de sus padres que vivían en Sídney: cajera de un supermercado, temporera en la recolección de fruta, niñera a domicilio, guardarropa en un teatro. Al volver a su país, nos dijo, cursaría con una beca la carrera de Economía y Comercio en la Universidad de Melbourne, antes alquilaría un piso sola, con su novio o con más gente y se independizaría en serio de su familia, que a su vez asumía que había llegado el momento de que su hija volara en serio del nido. La familia latina tiene otras pautas de conducta. Cuando mis hijos se fueron de Erasmus en el último curso de carrera a París y Lyon respectivamente, lloré en Barajas más que una magdalena penitente. Al principio, videoconferencia diaria hasta que se hartaron. En épocas de paro o precariedad, los hijos se instalan a sus anchas en su antigua guarida paterna hasta que escampa el diluvio universal. Las situaciones de desempleo de ambos cónyuges son asumidas económicamente por los abuelos de las partes. Cuando se producen embarazos no deseados en chicas adolescentes, al final son los abuelos maternos los que hacen de padres y Reyes Magos.


Hay dos modelos teóricos: la familia nuclear y la familia extensa. La familia nuclear, denominada también conyugal o neolocal, está compuesta por una pareja de hecho o de derecho que convive en un hogar independiente con sus hijos biológicos, adoptados o subrogados (si los tienen). En España, el primer apellido del hijo lo puede trasmitir el padre o la madre por mutuo acuerdo. Es típica de las grandes ciudades. Se tratan poco y por teléfono. El confinamiento, las restricciones y el temor al contagio durante la pandemia han reducido aún más las reuniones familiares. En condiciones normales, la parentela o familia consanguínea de los esposos se reúne periódicamente en algunas fechas señaladas (cumpleaños, fiestas, vacaciones) o en ciertos acontecimientos ocasionales (nacimientos, fallecimientos, graduaciones). Pero las obligaciones y decisiones importantes son tomadas por la familia nuclear. 


La familia extensa se basa más en el parentesco que en la relación conyugal. Consiste en un clan o conjunto de familias consanguíneas con sus respectivos cónyuges e hijos. Un buen argumento para una novela de ochocientas páginas. En la sociedad industrial avanzada, la familia nuclear es la unidad familiar más relevante y prácticamente la única; algunas etnias, como la gitana, se acercan por su tradición cultural a la familia extensa, aunque han tenido que debilitarla como consecuencia de su inserción en otro entorno dominante tras el paso de ser nómadas a sedentarios. Ahora bien, en las sociedades y tribus colectivistas, agrícolas y ganaderas, sobre todo de Oriente Medio, El Magreb y África, la familia extensa es la principal estructura del parentesco. Lo característico de la familia extensa es la ampliación o extensión de la crianza y educación de los hijos. A veces, una mujer tiene las mismas obligaciones y afectos hacia sus sobrinos o sobrinas carnales que hacia sus propios hijos. Otras, un hombre se ocupa de los hijos de sus hermanas y sus hijos están a cargo de los hermanos de su esposa. Dicho de otro modo: de las dos familias a las que pertenecen, tienen más obligaciones y vínculos emocionales con la familia en la que han nacido que con la que han creado. Se podría decir, en general, que la familia nuclear consiste en una pareja y sus hijos, que forman el núcleo o centro familiar, con una parentela periférica, y la familia extensa consiste en una parentela central de hermanos, hermanas e hijos comunes y una periferia conyugal. Hay un montón de variantes que exceden la paciencia del lector.


No obstante, en todo modelo teórico hay grises. En las pequeñas ciudades de provincias donde perviven las sagas ancestrales (con frecuencia dominantes) y, sobre todo, en los pueblos de la España despoblada, donde conviven un conjunto de familias, la mayoría emparentadas entre sí desde tiempo inmemorial, persisten rasgos relevantes de la familia extensa. En esta última, los críos van de casa en casa como si estuvieran en la suya y Dios en la de todos; crecen como hermanos en la calle rodeados de perros felices que no son de nadie. La comunidad afronta los problemas solidariamente, hoy por mí, mañana por ti. Se habla del tío tal y de la tía cual. Proliferan los apodos seculares que representan la historia del pueblo. El reciente fenómeno de la ruralización o éxodo de la ciudad al campo, consecuencia del escuálido mercado de trabajo y de ciertos mitos de la pandemia, propicia la extensión de los vínculos primarios entre los nuevos colonos. También es conocida, sobre todo en la España profunda de posguerra, la entrega, con todos los derechos y obligaciones filiales, de unos o más hijos de la madre biológica a una o más hermanas por la imposibilidad material de hacerse cargo de su crianza. Es evidente que puede haber familia sin matrimonio, pero no es la norma establecida en la mayoría de las sociedades. Pero hablar del matrimonio requiere un nuevo artículo.

lunes, 7 de febrero de 2022

Usos y abusos del lenguaje

Conviene recordar que el lenguaje cotidiano incorpora conceptos metafísicos imprescindibles para orientar la acción e indagar el sentido de la vida. Entre otros, los de persona, razón, conciencia moral, valor, libertad, voluntad... Si lo piensan bien, no tienen significados aislados, sino dependientes, relacionados entre sí por vínculos comunes. Ninguno tiene contenido empírico corroborado (¿alguien se ha encontrado alguna vez un valor en el ascensor o a la libertad en una terraza del barrio de Salamanca?). Los intentos académicos de reducirlos a términos empíricos (si lo son) de las ciencias humanas (psicología, sociología, antropología cultural) no han prosperado: personalidad, aprendizaje, inteligencia emocional, subcultura de clase, proceso de socialización, mitos ancestrales, entre otros... pueden dar vueltas alrededor de lo que entendemos por conciencia moral, pero no la explican de modo convincente. Tales conceptos metafísicos forman parte del núcleo duro de la historia del pensamiento y han sido tratados profusamente por la mayoría de los autores, corrientes y escuelas. La pregunta es: ¿Merece la pena, a esta altura determinada de los tiempos, rompernos la cabeza con meditaciones metafísicas sobre tales conceptos? ¿Es aun posible y válido su uso filosófico?

Decía el segundo Wittgenstein y sus seguidores de las universidades de Cambridge y Oxford que el lenguaje ordinario está bien hecho, en perfecto orden y, por tanto, no hay que forzar su gramática. Los términos y expresiones del lenguaje están bien como están. La función de la filosofía, para Wittgenstein, no consiste en resolver los problemas filosóficos sino en disolverlos. Como dice expresivamente La misión de la filosofía es mostrar a la mosca que ha quedado atrapada a encontrar el agujero de la botella para que pueda escapar. Tiene, por tanto, una función terapéutica ya que los problemas filosóficos son, en la forma y en el fondo, malentendidos lingüísticos. Su función es restablecer el uso correcto del lenguaje. El filósofo debe tratar las preguntas metafísicas como una enfermedad gramatical. Los conceptos abstractos son especialmente sensibles a este mal endémico. Los filósofos, según Wittgenstein, son muy propensos a desviarse del sentido de una palabra, perderse en un sobresentido y acabar en un sinsentido. Piensen en el uso de la palabra verdad en estos tres enunciados: La verdad es que la filosofía les interesa poco a los alumnos de bachillerato. Hay una verdad científica y otra filosóficaLa verdad de la filosofía consiste el proceso de producción efectiva de sus propios conceptos. Después apliquen la conclusión al tema que nos ocupa.

La disolución de los problemas metafísicos depende de la comprensión precisa de los abusos y malentendidos de la gramática; o lo que es lo mismo, aclarar el modo en que sus reglas han sido violentadas. Su labor consiste en esclarecer cómo y por qué el lenguaje ha originado un problema donde no lo había. Wittgenstein lo expresa del siguiente modo: La filosofía es la batalla contra el aturdimiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje.

La existencia de un problema filosófico es el síntoma de una patología lingüística. Esquivar la gramática nos conduce inevitablemente a un callejón sin salida. La única solución a tales embrollos es su eliminación: si demostramos que el problema tiene su origen en una utilización anómala de ciertas reglas semánticas, sintácticas o pragmáticas y lo devolvemos a su uso correcto, el malentendido se desvanece. Un problema filosófico revela que algo funciona mal en el lenguaje y la tarea de la filosofía es detectar la razón por la que sucede para impedirlo. Como dice Wittgenstein, Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje se va de vacaciones. Por consiguiente, podemos usar cuantas veces queramos y en todos los contextos los conceptos de persona, razón, conciencia moral, valor, libertad, voluntad, siempre que no forcemos su gramática. La definición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua debería bastar para comunicarnos sin problemas. Por ejemplo, la RAE define la conciencia moral como Conocimiento interior del bien y del mal y la voluntad como Facultad de decidir y ordenar la propia conducta. Nos vale, lo compramos, a charlar que son dos días y lo demás son cuentos. 

La contrapartida del segundo Wittgenstein y sus seguidores es que la filosofía se hace el haraquiri. Filosofar es no filosofar. Su función consiste en suprimir los problemas filosóficos… y eso puede resultar aburrido, arriesgado y además imposible. 

Para mí, el concepto filosófico más complejo y enigmático es el de voluntad. Hablamos como si tuviéramos realmente una facultad que nos permitiera elegir y decidir libremente (pepino metafísico) sobre los valores que guían la acción (otro pepino metafísico) y que la razón práctica (más pepinos metafísicos) previamente ha sometido a su alto tribunal. El tema recurrente del voluntarismo en la historia de las ideas podría ser la ocasión de otro artículo, aunque en una dirección radicalmente distinta a la aquí a expuesta.