Como estoy
jubilado y tengo una pierna fastidiada cada vez me cuesta más andar, estoy
harto de ir al gimnasio a descubrir que tengo más goteras de las que pensaba,
de sentarme tres veces por semana en la Biblioteca Nacional porque ya no me meto en líos
filosóficos y para leer los Episodios
nacionales no me merece la pena coger el metro. Hace tiempo me di de baja
en el Ateneo porque estaba harto de tipos raros. Por todo esto, decía, paso
mucho tiempo en casa (como todo el mundo) dedicado a ver cine malo en la tele o
bueno en el video, leer las novelas de Arturo Pérez Reverte (Falco y Eva por ejemplo) o de Almudena Grandes (Los pacientes del doctor García), ir a museos y exposiciones, algún
que otro viaje (todo según el manual del buen jubilado), oír ópera en modo “desatento”,
incluso en el Teatro Real… en fin, una pena, está claro que la música no es lo
mío pero me esfuerzo (Pulp fiction);
también leer a Patrick Modiano, el premio Nobel, en francés (es asequible, se
aprende pero sus tramas son un tostón top) y preparar alguna que otra entrada
para mi blog por pura distracción.
Esta es la razón
por la que, como a San Agustín, me interesan ochenta y tres diversas
cuestiones. Una de ellas es la defensa del ganado lanar del ataque de los lobos
mediante perros mastines. Es un tema que me atrae más de normal y no sé por qué
ni me molesto en saberlo. En cuanto entro en YouTube me salen directamente todos los videos disponibles. Después
de navegar un tiempo he llegado a las siguientes conclusiones:
La primera es que hay muchas razas de lobos: gris,
ibérico, ártico, árabe, rojo, etíope. Y dentro de cada raza hay lobos con distintas
características: edad, tamaño, inteligencia, valor… de ahí la estricta
jerarquía en una manada de entre seis y diez miembros, liderada siempre por una
macho alfa y una hembra alfa. Aquí nos referimos al lobo ibérico. Un lobo alfa
puede medir hasta 90 centímetros de alto hasta el hombro y pesar 70 quilos. La
hembra es un veinte por ciento más pequeña.
No hay ninguna
raza de perro que pueda enfrentarse con éxito a un lobo en su hábitat, ni
siquiera el pastor del Cáucaso, un perro enorme que los pastores rusos y de otras
regiones del Este de Europa utilizan para la protección de sus rebaños. Los
grandes ejemplares tienen un peso y una envergadura similar a un gran lobo. El
dogo tibetano, el lobero irlandés, el alabái de Asia Central, el kangal turco,
el mastín inglés son incluso mayores. Pero el lobo es un animal salvaje; más
rápido, fecundo en ardides, dientes
más grandes, y un cráneo balanceado para ejercer una mordida o presión de las
mandíbulas superior a cualquier perro. Se necesita más de un perro para
vencerlo. Les recomiendo este impresionante video.
En nuestro país
se utiliza el mastín español o leonés (ambas denominaciones son aceptadas), de similares características al resto de los
perros guardianes del ancho mundo. El perro de protección, en general y en
especial el mastín de trabajo, suele estar protegido por carlancas loberas o
collares de acero de varias filas de púas que protegen el cuello (carlancas de
defensa) e incluso el pecho (carlancas de ataque). Los fabricantes las hacen a
medida por encargo y son una herramienta imprescindible. Échenles una hojeada
en Internet. Son un artefacto medieval.
Un ejemplar aislado en cuanto ve a
los perros se retira. Sabe que en un encontronazo puede resultar herido y no volverá a cazar. En pleno día es muy raro el enfrentamiento entre
lobos y mastines. Ni siquiera cuando van en manada. Lo más que se produce son conatos de aproximación. El macho alfa avanza
cauteloso hacia el ganado y de inmediato dos mastines, los líderes, lo
flanquean a diez metros en actitud vigilante, sin mostrar agresividad, mientras los demás, bien entrenados, se mantienen desplegados en cuña. El resto de la manada, cinco, se detiene con la hembra alfa al frente. El pastor se deja ver en retaguardia arma en mano. Los
mastines no buscan el enfrentamiento sino la intimidación; lo que intentan es
alejarlos. Si el alfa retrocede los demás le seguirán. Si los lobos se marchan a trote ligero, los perros mantienen la posición pero no los persiguen. Sólo si la manada ataca,
harto improbable, tanto por el número, tamaño y carlancas de los mastines como por
la presencia del hombre, la batalla está garantizada. Puede haber disparos y no
a las nubes. Siempre se puede alegar defensa propia si aparece por allí la guardia civil rural. Cargarse al macho alfa es la solución más rápida; pero a ver quien es el pastor que le pone el cascabel al lobo. En cualquier caso, es un drama ecológico.
El lobo prefiere cazar de noche. Si
el rebaño descansa al raso es muy vulnerable. Las bajas son probables. Por eso
los buenos pastos cuentan con espacios donde se refugia el ganado al caer la
tarde. De hecho los feroces enfrentamientos entre lobos y mastines se producen
cuando el depredador ataca a las ovejas tras saltar o sortear las vallas del
aprisco. Suelen ser parejas de lobos solitarios, o macho y hembra jóvenes o dos
hermanos que han cambiado de territorio y tratan de formar una manada. Son
ejemplares de gama media-alta. No son los grandes “alfa” que dirigen un grupo
estable. Atacan amparados por la oscuridad y pueden matar alguna oveja antes de
que los mastines reaccionen y se enfrenten sin cuartel a los asaltantes que en
cuanto muerden las carlancas suelen batirse en retirada. Si uno de los lobos es
acorralado puede darse por muerto.
El lobo, el mastín y la oveja son
animales extraordinarios. El sistema de defensa descrito es el más eficaz
para que ninguna de las tres especies sufra daños irreparables. Son muy pocas las pérdidas.
Detestamos la carnicería de ovejas indefensas, la muerte de perros inteligentes,
como los collies, adiestrados para pastorear pero no para defender al ganado,
así como la masacre indiscriminada de lobos en batidas y cacerías.
Por cierto, no
sé si saben que se utilizan con éxito asnos
zamorano-leoneses en la defensa del ganado contra los lobos.
Para nosotros es un proyecto importante.
Pretendemos demostrar con argumentos que los burros pueden proteger los rebaños
y compatibilizar el lobo con la ganadería. Zamora es una de las provincias
con más lobos en España y, por eso, nos parecía adecuado trabajar en este
contexto geográfico», añadió, informa Ical.
En este contexto, el biólogo explicó que ciertos
burros «tienen aversión» a animales que se acercan al rebaño y presentan
reacciones que pueden aprovecharse para la defensa de los rumiantes. «Son
animales grandes, con mucha fuerza y que pueden matar de una coz y perseguir a
perros asilvestrados, zorros o lobos. Tienen buen oído, viven integrados
con otros herbívoros y rebuznan y asustan a los depredadores.