lunes, 27 de junio de 2016

Los jubilados de la Biblioteca Nacional


Si hay en este país una institución que funciona es la Biblioteca Nacional de España. Merece premios en varias exposiciones, como los naipes de Heraclio Fournier. Necesitaría muchas páginas para expresar mi admiración y agradecimiento a esta gran casa. Visito la sala general de la Biblioteca Nacional de España desde mis tiempos de estudiante universitario. Durante la carrera frecuenté la BNE para redactar mi tesis de licenciatura. También su hemeroteca para consultar la prensa del siglo XIX. Hoy todo está digitalizado. También iba a estudiar en época de exámenes y a sacar libros prestados (entonces aún se podía). Unas de mis pesadillas recurrentes es que descubro en un cajón olvidado de una casa en la que hace mucho que no vivo un libro de la Biblioteca que debería haber devuelto hace años.
Desde hace cinco voy un día a la semana a leer los Episodios nacionales de Galdós. He compartido mesa y conversación con una multitud de amigos. Muchas entradas de mi blog han nacido en los pupitres de la sala general. Hoy me he quedado en blanco. Ni una mala ocurrencia que llevarme a la boca. De pronto me he acordado del genial chiste de Mingote en el que se ve el cuadro de las Meninas trucado, con los personajes, incluido el perro, entrando en tropel por la puerta del fondo. Velázquez, ensimismado, ajeno a lo que pasa a sus espaldas, con el pincel y la paleta en las manos, mira el bastidor y susurra en voz baja: ¡Hay días en que no se le ocurre a uno nada!
¿Por qué no escribir sobre lo que veo desde el pupitre 287, mi preferido? Con La Colmena de Cela delante me dispongo a divagar sobre los jubilados que pueblan a diario la sala general. Se aprietan en las filas del fondo sur donde no se permiten ordenadores. Es ley de vida y una gozada. No se oye el tecleo de cien dedos a la vez, ni los pitos y flautas de los avisos de Windows. Como mucho suena de vez en cuando un móvil con música de los ochenta.
Lo primero que me llama la atención es que algunos vienen a algo más que a leer. A mediodía llega una pareja, Esteban y Luis B. Se toman su tiempo, colocan en el pupitre las plumas, las carpetas y las gafas, se acercan al mostrador a por el cajetín de pedidos… y se van. Dos horas más tarde vuelven. Recogen sus cosas entre risas y a casita que llueve. Intrigado, un día decidí seguirlos. El caso de los alegres jubilados. El secreto era la cafetería. Todo de marca, trago largo y a buen precio. Un par de lingotazos y a otra cosa. Por cierto, el menú del día es bueno, bonito y barato. Otros lectores desparecen para darse una vuelta por las salas de exposiciones o por la librería de la planta baja. Puedes encontrar ofertas sorprendentes del servicio de publicaciones de la propia biblioteca. También resulta agradable sentarse al sol otoñal en los bancos de la calle. Sergio es un habitual con el que charlo a menudo en la escalinata de la puerta principal bajo las imponentes estatuas de San Isidoro y Alfonso X el Sabio. Viene todos los días de lunes a viernes. Vive cerca y se encuentra a sus anchas envuelto en mamotretos. Entra y sale cada media hora. Es imposible clasificar sus lecturas. Van desde la Ciencia de la Lógica de Hegel, hasta Como apostar en las carreras de caballos, pasando por un tomo sobre Mariposas del mundo. Todo en el mismo día; mañana más.
Lo contrario de la pareja de alegres bebedores es un señor de edad avanzada, cabello blanco, largo por detrás, patillas en hacha, con pinta de sabio despistado, que trabaja sin levantar la vista de un estudio interminable sobre la Lozana andaluza. Ramiro lleva años con su particular torre de Babel. ¿Por qué ese empeño en una obra tan breve? le pregunté en una ocasión. Hay que llevar las cosas hasta el final. Al cabo de un tiempo descubres que todo se relaciona con todo, respondió.
He conocido a Roque, un jubilado de casi ochenta años que trabaja sobre la Desamortización de Mendizábal en Guadalajara. Está siempre rodeado de legajos y carpetas viejas. Solo se levanta para ir a la sala de reprografía y volver con otro montón de papeles. Se deja la mitad de la pensión en fotocopias. ¿Por qué te interesa tanto el asunto? le dije un día. Porque mi hija vive en Guadalajara, su marido es de allí. En uno de mis viajes, su abuelo me hablo del tema y me pareció apasionante. No se puede entender la España actual sin la desamortización porque... (en este punto emprendo la retirada). Otros jubilados de larga duración se inclinan por los entresijos de la Guerra Civil Española. Quieren averiguar lo que realmente pasó, sin prejuicios ideológicos ni visiones sectarias, por más que la cosa sea evidente. Cuando se cansan de tanta objetividad se dedican a las biografías de Carrillo, Suárez o Juan Carlos I.  
Los prejubilados prefieren continuar con los temas de su carrera o trabajo. Es una forma de asumir el cambio de rol y resocializarse sin traumas, de someterse a una especie de cámara de descomprensión mental. Son especialmente pertinaces los que fueron abogados. Les chiflan los tomos de derecho natural o legislación comparada. Toman notas con su vieja Parker a una velocidad de vértigo. ¿Qué harán con ellas? Si tienen algún retoño abogado, lo compadezco. Un conocido del barrio, veterano notario, Don Porfirio, se dedica a revisar las actas de la Inquisición de Toledo. Según él, los juicios eran desde un punto de vista jurídico un modelo de garantías procesales. Puede ser, lo cierto es que la sentencia estaba vista y el reo despachado antes de empezar. Marcial repule la letra de ciertos artículos de la Constitución Española, algo ambiguos, según él. Durante un tiempo (luego dejó de venir) coincidí con Álvaro, un ingeniero industrial que había tenido un cargo directivo en Fenosa. Durante media hora consultaba tratados de electricidad repletos de fórmulas matemáticas. Después se marchaba. Cuando le pregunté si le compensaba venir para estar sólo un rato, me dijo: No me voy. Subo a la hemeroteca para leer tranquilamente la prensa deportiva y las revistas de informática. ¡Hay que estar al día!
Una señora mayor de edad indefinida -luego me enteré que era profesora de latín y monja teresiana- se sentaba habitualmente en la mesa de la sala donde están los libros de religión y teología. Siempre estaba enfrascada en tratados diversos (San Agustín, la mística renacentista o los teólogos luteranos de moda). No investigaba nada concreto salvo sus propias convicciones. Tras ganarme su confianza con charlas sobre asuntos morales, un día le comenté de pasada: Todos estos estudios, tantas obras, tantas páginas, tantas vidas dedicadas a la causa infinita… ¿Y si resulta que Dios no existe, como afirma Stephen Hawking? La contestación fue fulminante: En tal caso Dios existirá siempre en estos libros y en nuestros corazones porque el ser humano necesita su presencia aunque no lo reconozca.
Puedes identificar a los humanistas grecolatinos, como Cosme y Pantaleón, por su traje y corbata, calvos con guedejas y edad indefinida. Los ves ir y venir a consultar los textos de los clásicos. Algunos siguen en la brecha colaborando con editoriales y cursos. Son impenetrables como el en sí sartriano. Sólo hablan con los extraños de filología y de muy mala gana.
Otros jubilados pasan la mañana en la sala de ordenadores. La señora los despacha a las nueve hasta la hora de comer. Se trabajan la prensa, Facebook, YouTube o navegan a la deriva (incluso por aguas procelosas, como los casinos, apuestas o páginas eróticas); los he visto jugar al ajedrez en línea. Alfonso se dedica a investigar en Internet todo lo relativo a ofertas de trabajo para sus hijos y nietos. Jaime es una autoridad en el Boletín Oficial del Estado (desde 2006 no se edita en papel). Vivimos tiempos difíciles. No me atrevo a preguntarles cuantos dependen de su pensión.
Estoy convencido de que algunos se van a la zona de estudiantes y escriben sus memorias en un portátil porque es más llevadero rescatar los recuerdos con un programa que con lápiz y papel. En el fondo, todos los jubilados los renuevan con sus hábitos de lector. Descubren su vida mediante las obras que eligen. Como afirmó Mallarmé: Todo en el mundo existe para terminar en un libro.

jueves, 16 de junio de 2016

Sobre la asignatura de filosofía en el Bachillerato



La práctica eliminación de la  Filosofía en el Bachillerato prevista en la actual ley de educación ha suscitado numerosos argumentos en contra por parte de los sectores implicados (la mayoría docentes). Los resumo (me salen tres; insisto: mis comentarios se refieren exclusivamente al lugar de la filosofía en el bachillerato):

El primer argumento es profuso en la forma (“la Filosofía es una de los pilares de la Cultura Occidental"...) pero gremial en el fondo; y, por supuesto legítimo, porque lo que está en juego son los puestos de trabajo. Primum vivere, deinde philosophari. ¡Salvemos a la filosofía de sus entusiastas!

El segundo es difuso: la filosofía promueve la reflexión, la racionalidad y las actitudes críticas. De acuerdo, pero también lo promueve el estudio de la historia, el latín, la lengua o las matemáticas. Es un saber que invita a tratar en el aula los problemas concretos que nos envuelven… Vale, pero la experiencia muestra con demasiada frecuencia la mutación de una disciplina académica en una casuística existencial, en una antropología de salón, en un cajón de sastre donde los asuntos inmediatos, las noticias de actualidad, incluso las vivencias personales, se imponen a la transmisión de conocimientos objetivos. Es decir, la filosofía entendida como charla y opinión, lo contrario de lo que es.

El tercero es confuso: presenta a la filosofía como una especie de saber primero y fundamental a partir del cual podemos comprender el lugar y el contenido de las demás ciencias (o asignaturas). Dudo que el argumento, tomado de Aristóteles y Descartes entre otros, tenga validez en los tiempos que corren. Cualquier arqueología del saber es interna y pertenece en exclusiva a la ciencia de que se trate. Por lo demás, no confundamos la interdisciplinariedad con las especulaciones metafísicas. El resultado es una clase donde el profesor habla mucho y el alumno aprende poco: no le interesa, se aburre, desconecta. Le daría igual saberse de memoria la guía telefónica, seamos sinceros.

Dicho esto, es cierto que los representantes del pensamiento único de nuestro país han decidido demoler la filosofía en las enseñanzas medias (sabido es que le tenían ganas desde hace tiempo). Para empezar, el poder público siempre ha desconfiado, incluso ha tenido pavor, de cualquier planteamiento reflexivo que lo ponga en cuestión. ¡Así nos va!

Por si sirve de algo por poco que sea, yo conformaría del siguiente modo la materia de filosofía en los planes de estudio del Bachillerato:

PRIMERO DE BACHILLERATO
Introducción a la ciencia política.
Obligatoria en todas las modalidades (cuatro horas semanales).

Ética social y política.
Obligatoria en todas las modalidades (dos horas semanales).

SEGUNDO DE BACHILLERATO
Historia de las ideas políticas y sociales. Obligatoria en todas las modalidades (cuatro horas semanales). Obligatoria en Selectividad.

Historia de la Filosofía y de la ciencia.
Opcional en todas las modalidades (tres horas semanales). Opcional en Selectividad.

Los criterios de mi elección son: trabajo para todos, utilidad colectiva a medio plazo y formación efectiva para el alumno.
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Soy Catedrático de Filosofía de Bachillerato. He pertenecido a la Comisión de Filosofía que elaboró el currículo estatal de las asignaturas de Historia de la Filosofía y Filosofía en la LOCE.
Además he sido encargado y coautor de los libros de texto de Filosofía e Historia de la filosofía del CIDEAD (actual Bachillerato a Distancia, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura).
También he sido asesor técnico del Ministerio de Educación y Cultura para la elaboración de los curricula y los libros de texto de Bachillerato de la asignatura de Filosofía de la República de Guinea Ecuatorial.

domingo, 5 de junio de 2016

La obra de arte total


Una forma sencilla pero útil de clasificar las artes es dividirlas en visuales, auditivas, textuales y mixtas.
- Artes visuales. Son las denominadas artes plásticas e incluyen la pintura, la escultura y la arquitectura.
- Artes auditivas. Incluyen las artes asociadas al sonido que utilizan la música sinfónica, polifónica o de cámara.
- Artes textuales. Incluyen los distintos géneros literarios narrativos o poéticos.
- Artes mixtas. Combinan todos los medios anteriores. Son la ópera, la danza, el teatro y el cine, que incluye todos los medios posibles, sin duda el arte más popular de nuestro tiempo.
Volvamos a la idea romántica de “Obra de arte total”. El término alemán Gesamtkunstwerk fue acuñado por el compositor Richard Wagner para referirse a una producción mixta que integraba la música, el teatro, el libreto y las artes visuales. Influido por las ideas de Nietzsche, afirmó que la primera Gesamtkunstwerk fue la Tragedia Griega. Se han dado ejemplos anteriores y posteriores. El primero son las pirámides egipcias; posteriormente las catedrales medievales; luego el drama musical wagneriano y actualmente el cine.

Nos vamos a centrar en las pirámides, desde las edificaciones escalonadas de Saqqara hasta las clásicas de la Meseta de Guiza cerca de El Cairo. Como es sabido, las pirámides son grandes complejos funerarios cuya simplicidad geométrica (no digo arquitectónica) va unida a una inagotable constelación de significados y símbolos… hasta el punto de que todavía circulan teorías sobre los procedimientos técnicos utilizados. Las pirámides son una de las construcciones más bellas y misteriosas de la humanidad. Su diseño interior es muy sofisticado: las distintas cámaras (de descarga, real, subterránea) comunicadas mediante canales, los corredores de servicio, la galería grande y la de ventilación, la entrada verdadera y las falsas de los laberintos de protección... Es un mundo fascinante. Actualmente están casi vacías a causa de las sucesivas generaciones de ladrones, aunque el esplendor de las cámaras reales que se han librado del saqueo nos permite deducir las maravillas que contenían. Basta con pensar en la tumba del joven Tutankamón, un faraón de segunda fila enterrado en el Valle de los Reyes. Su tamaño reducido fue la razón de que la encontraran intacta en 1922. ¡Y qué tesoros había dentro! ¿Podemos imaginar los que contenía la gran pirámide de Keops?

Pinturas policromadas decoraban los muros de la cámara reales con temas alusivos a la vida del faraón: familiares, institucionales, bélicos o cinegéticos. En otra pared se mostraban escenas del tránsito de la vida mortal a la inmortal del faraón sacadas del Libro de los muertos. Enfrente, pinturas con todo tipo de motivos ornamentales: lotos, ofrendas florales o bien figuras de animales sagrados y profanos.
También las artes menores tenían su lugar. En tableros labrados se distribuían los objetos favoritos del difunto: joyas realizadas por los más finos orfebres, lujosas lámparas de aceite, vasijas con bebidas espirituosas y recipientes con ungüentos y perfumes. Nunca faltaba el juego de vasos canopes con las vísceras. De pie, la armadura ceremonial con las armas y en un rincón su carro de combate con un látigo de empuñadura áurea, ligeras lanzas arrojadizas y las máscaras imponentes de los caballos.

Sin olvidarnos de la escultura. El mismo sarcófago antropomorfo era una creación de primer orden. En lugares bien visibles se erguían bustos de mármol, basalto o bronce del faraón, esposa e hijos. También había estatuas sedentes o de cuerpo completo, de pie, idealizadas y solemnes. Eran esculturas robustas que debían soportar durante la eternidad el Ka o doble espiritual. Alrededor del sarcófago se colocaban efigies de los primeros dioses, Ra la deidad solar, el misterioso dios Amón y la diosa madre Isis. Asimismo, estatuillas de mármol de animales sagrados como el escarabajo, la cobra, el chacal o el cocodrilo. Por todas partes abundaban imágenes de los trabajos domésticos y las labores agrícolas o ganaderas. Otras, semejantes a momias, representaban a los que sirvieron lealmente al Rey y a su familia. Desde su última morada, el faraón se acordaba de sus siervos y esclavos.

También las artes textuales tenían su lugar en la cámara. Los documentos más antiguos fueron encontrados en la tumba del rey predinástico Horus Escorpión en 1997. Datan de hace 3.300 años. Desgraciadamente, muchos vestigios fabricados con materiales frágiles como el papiro se han perdido en la noche de los tiempos. Sólo se han conservado los jeroglíficos grabados en piedra o metal, incluso en madera, por ejemplo las inscripciones de los sarcófagos. Se sabe que se depositaban en lujosos estantes los escritos fúnebres como el Libro de los muertos junto con los himnos y poemas dedicados al rey dios. También se conservaba el epistolario junto con sus obras literarias preferidas. Cabe pensar en nuestros libros de lectura de la mesilla de noche.

Podemos, finalmente, reconstruir el papel que desempeñaba la danza y la música en el entramado cultural de la pirámide. En el exterior, cuando iba el faraón con la corte y los sacerdotes a supervisar las obras o bien durante la procesión fúnebre que lo conducía a su tumba... a lo largo de una avenida flanqueada por esfinges y obeliscos, grupos de percusionistas sacudían el aire con el ritmo trepidante de tambores, címbalos y sistros. Detrás, los músicos convertían la ceremonia en una fiesta en honor al monarca vivo o muerto tocando arpas, chirimías, guitarras y trompetas. Grupos de bailarinas cimbreaban sus cuerpos al son de vibrantes melodías. Cerraba el cortejo un coro femenino que cantaba los himnos laudatorios. En el interior de la pirámide, con el faraón de cuerpo presente, en presencia de la familia, los allegados y altos cargos del Estado, miembros de la casta sacerdotal entonaban una salmodia de despedida que clausuraba la ceremonia. Uno no puede menos que pensar en el Canto Gregoriano de los monjes.