Francia ha sido el primer país de mundo en incluir el derecho al aborto en su Constitución para que no se promulguen en el futuro leyes que impidan u obstaculicen su pleno ejercicio. La Asamblea Nacional ha inscrito en el artículo 34 de la Constitución el siguiente apartado: La ley determina las condiciones por las cuales se ejerce la libertad garantizada a la mujer de recurrir a una interrupción voluntaria del embarazo.
Los supuestos están recogidos en nuestro país en la ley orgánica 1/2023 de 28 de Febrero: violación (supuesto criminológico), riesgo grave para la salud física o mental de la madre (supuesto terapéutico), malformaciones y patologías genéticas del feto (supuesto eugenésico). En general, es legal la interrupción libre del embarazo hasta la semana catorce de la gestación a partir de los dieciséis años sin que sea obligatoria la autorización parental. Según datos estadísticos de la Dirección General de Salud Pública los motivos más frecuentes que se alegan en el protocolo del último supuesto son las dificultades económicas, la marginación de las madres solteras, el conflicto familiar, la pérdida del puesto de trabajo, la crisis de pareja, la edad avanzada, la incompatibilidad profesional o ciertas disfunciones psicológicas reales o imaginarias.
Me refiero a un
caso que conozco de primera mano. La hija de unos vecinos de toda la vida se
quedó embarazada antes de cumplir catorce años sin haber terminado cuarto de la
ESO. Su chico, mayor de edad, trabajaba en una gran superficie comercial.
Las circunstancias son de sobra conocidas: salida a las tantas de una
discoteca que no controla las entradas cargados de copas y porros, aparcamiento
del coche en un solitario pinar de las afueras, habitación prestada de un piso
de colegas que están en ignorado paradero, la emoción de hacer el amor sin
tomar precauciones, aquí te pillo y aquí te mato, el inmaduro sólo se
vive una vez… En fin, constatar el comentario que hizo a los compungidos
padres la ginecóloga que se ocupó del embarazo indeseado: Una adolescente o
una joven entre los catorce y veinte años se queda embarazada con solo mirarla.
Este breve frase me parece más eficaz que los cursos ideológicos sobre
educación sexual que se prodigan en Centros de Apoyo a la Familia e Institutos
de Secundaria. Me lo cuenta una profesora recién jubilada que tuvo que asistir por
obligación a una de estas charlas sobre orientación sexual e identidad de
género impartida por una pareja que se presentaba como masters en
educación sexual. Obviamente hubo que cazar a los alumnos a lazo. Atrapados
en la jaula, comenzó la sucesión tediosa de Powers Point, imágenes en 3D de los
genitales y alusiones a zonas erógenas que, según la profesora, nunca había
oído. De pronto, el monótono ruido del fondo cósmico se desgarró por el
aullido orgásmico de un alumno de la última fila. Su amiguita del alma se había
dedicado a complacerlo desde hacía rato y el resultado fue un enhiesto surtidor
de sombra y sueño que a las estrellas casi alcanza. La alumna de la fila
delantera no se lo tomó de forma tan poética, aunque, en general, predominó la
risa inextinguible de los dioses. Mi amiga se troncha cada vez que lo cuenta y
recuerda la palidez mortal de los expertos.
En el caso de la hija de mis vecinos las consecuencias de concluir el embarazo serían inmediatas: las promesas incondicionales de los miembros de las asociaciones provida, los fárragos legales de ayuda al neonato de los asesores parroquiales, todos, una vez que se produce el parto desaparecen como por ensalmo. Nemo. Serán los abuelos quienes se ocuparán de criar al nieto sin tener edad ni estar en condiciones de representar el papel de padres. Los verdaderos todavía menos. La condición de madre soltera a esa edad es un estigma social. Los estudios y el desarrollo de su educación sentimental se verán alterados y frustrados. Eso sin contar con la impredecible reacción del padre del recién nacido; la norma es que se desentienden del asunto; en caso de fogosas promesas matrimoniales, obviarlas. En fin, algunos consejos para interrumpir el embarazo, como sugirió la doctora: al no haber violación, hacerlo cuanto antes, físicamente es más fácil y el trauma menor. Además, los cambios físicos y psicológicos que experimenta la mujer encinta serán menos acusados. Inconveniente: no es fácil que los ginecólogos de la Seguridad Social practiquen este tipo de intervenciones. Se suelen acoger en bloque al derecho a la objeción de conciencia (lo cual es otro tema del que habría mucho que hablar). La Sanidad Pública te deriva a ciertas clínicas privadas. Es probable que tengas que soportar el acoso callejero de grupos ultra rezando el rosario. Y tras la intervención, asunto no concluido porque un aborto es una experiencia que ninguna mujer, tenga la edad que tenga, podrá olvidar en su vida. El embarazo se gesta en el cuerpo y en la mente. Es una tragedia maternal que requiere un tiempo de duelo y el consuelo de los que la necesitan, la quieren y la esperan.