A lo largo de la historia de la filosofía se han expuesto diversas teorías de la verdad: correspondencia, verificación, desvelamiento, proceso, perspectiva, intuición, comprensión, consenso, realización práctica. Esta última es la denominada teoría pragmática de la verdad; analizaremos tres: el marxismo, el utilitarismo y la posverdad.
Marx sostiene que el hombre es
ante todo un ser práctico y la praxis, es decir, el trabajo o la producción
material, su principal actividad. La actividad productiva es el fundamento
objetivo del conocimiento y la condición misma del hombre; es más, la ciencia o
la filosofía no existen ni puede ser entendidas como algo abstracto sino como saberes
de control y dominio. Los filósofos no han hecho más que interpretar de
diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. (Karl
Marx, Tesis sobre Feuerbach XI).
Marx atribuyó la primacía errónea
del hombre teórico sobre el práctico en la filosofía clásica a la omisión del
trabajo como principal categoría antropológica y a una visión equivocada de la
historia. No existe, según Marx, una naturaleza humana universal. El hombre es
un ser cuya naturaleza consiste en las relaciones sociales y económicas que
contrae a lo largo de la historia: el esclavo griego, el siervo feudal, el
artesano de los gremios de las primeras urbes, el proletario de las fábricas de
la revolución industrial no tienen nada esencial en común... Asimismo, la
historia no puede ser interpretada como una sucesión de fechas, hechos y protagonistas
(positivismo), ni la acción imaginaria de unos sujetos imaginarios, una
especie de gigantomaquia de los conceptos (idealismo), sino como el desarrollo y
superación necesaria de los modos históricos de producción (idea extrapolada
del finalismo racionalista o teleología de la historia de Hegel).
En las primeras
civilizaciones, Asiria, Mesopotamia, Egipto, Persia, y en la antigüedad grecorromana
el trabajo se tenía por una actividad propia de esclavos; en la sociedad feudal
como una ocupación propia de siervos y en el capitalismo inicial del siglo XIII,
en el ocaso de la Edad Media, como un quehacer característico de los estamentos
inferiores. Por el contrario, la actividad contemplativa o teórica era una
ocupación elevada propia de las clases superiores y de los hombres libres... La dialéctica del amo y el
esclavo como figura de la autoconciencia
en la Fenomenología del espíritu de Hegel fue decisiva en esta revolución
historicista y economicista del pensamiento de Marx. La evolución de los
momentos y figuras del espíritu en el sistema hegeliano se invierte en Marx en la
superación de los modos históricos de producción. La conclusión de la historia
en Hegel, el espíritu absoluto, se convierte en Marx en el paraíso
socialista puesto que la contradicción entre las fuerzas productivas (clase
obrera y ley de la miseria creciente) y el modo de producción capitalista
conducirá inevitablemente al estadio final de la auténtica sociedad humana.
Por tanto, el problema de la
verdad encuentra su solución definitiva en la praxis. No es posible resolverlo mediante
disquisiciones abstractas, sino en la práctica social. El problema de si al
pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema
teórico sino práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la
verdad, es decir la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento.
La discusión sobre la realidad o irrealidad del pensamiento aislado de la
práctica es un problema puramente escolástico. (Karl Marx, Tesis sobre
Feuerbach II). En la praxis, en la producción de bienes mediante la
transformación de la naturaleza y de las condiciones materiales de la
existencia, quedan resueltos los desafíos teóricos de la ciencia y la filosofía
además de superados los enredos contemplativos de la metafísica. Todos los
misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución
racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica. (Karl
Marx, Tesis sobre Feuerbach VIII).
También la realización ética del
hombre depende de la praxis. Mediante la praxis se establecen las condiciones
del trabajo, de la producción material de la vida colectiva de la que depende la
felicidad o el infortunio del individuo. Momento en el que Marx pasa del
concepto de praxis al de alienación, puesto que las relaciones sociales y económicas
que los hombres contraen en un determinado estadio de la historia pueden
resultar reificadas o desrealizadoras. El concepto de alienación
(y el de conciencia infeliz) también proceden de Hegel. Alienación significa
escisión, extrañamiento en lo otro, exteriorización del sujeto o enajenación
como perdida de la propia vida. En todas las formas de alienación (económica,
política, religiosa, ideológica, social), el hombre como existencia
(autoconciencia en Hegel) deja de ser sujeto de sus propios actos, que ya no le
pertenecen ni le hacen feliz, para ser controlado por fuerzas externas ante las
que se siente extraño a sí mismo. La principal forma de alienación, además del
origen de las demás, es la económica: en ella el sujeto se contrapone a las
leyes generales de la economía capitalista, las cuales actúan frente a él como
fuerzas superiores e incontrolables, con unas leyes propias que desposeen a la
praxis de su dimensión ética, creadora, consciente y realizadora de la vida
humana.
En el posfacio a la segunda
edición alemana de El capital Marx define su método como dialéctico. Al
hacerlo, reconoce explícitamente a Hegel como el primero que supo exponer de
un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Pero, a la
vez, deja claro que mi método dialéctico no sólo es completamente distinto
del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo su antítesis […] Lo que
ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay
más que darle la vuelta, mejor dicho, ponerla de pie, y en seguida se descubre
bajo la corteza mística el fundamento racional.