En estas fechas
me suelo reunir con mi buen amigo el
coronel Carlos Abengoa, doctor en historia por la UNED, al que conocí durante
mis viajes profesionales a un país africano por encargo de la Agencia de
Cooperación Internacional. Siempre generoso, esta vez me invitó al elegante té
de la tarde en el lujoso salón del Mandarín Oriental Ritz. Eché de menos la
tortilla de patatas, las croquetas de gambas y el jamón bien cortado. La verdad
es que no me convencen los bocaditos de filigrana, los hojaldres rellenos de no
sabemos qué, las infusiones de jazmín y aromas exóticos o los sabores demasiado
delicados de la repostería. Asentimos a las conferencias gastronómicas del
impecable servicio con interés educado y preguntamos un par de chorradas por no
parecer demasiado paletos. En mitad de la desconexión unas espectaculares bellezas
cruzaron el salón entre cantos de sirena. Fue el momento de las grandes
preguntas kantianas. Toda una experiencia navideña si no la pagas tú.
- Resulta sorprendente, dije, mientras cogía
con melindre un canapé de mousse de cangrejo, que Miguel Ángel Gil
Marín, un buen gestor en las antípodas de su padre, se dejara embaucar por Laporta
y Florentino para que el Atlético fuera uno de los doce equipos fundadores de
la Superliga. De inmediato el prepotente Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, los fulminó con la espada
flamígera de la expulsión. Excepto los dos grandes de España y algún indeciso
italiano, el resto volvió grupas al día siguiente.
- Lo cierto es que son
imprescindibles unos organismos que regulen y organicen de abajo arriba las
innumerables competiciones del ancho mundo, añadió Abengoa. El problema no son
las federaciones sino su perversión. La mesa de los siete pecados capitales. Por
ejemplo, nunca me he creído los sorteos de octavos de la Champions League.
Están teledirigidos. Fíjate en el último. Nunca se cruzan los grandes expresos.
Con alguna excepción ocurre lo mismo en los sorteos anteriores. A un equipo
grande siempre le toca uno mediano o menor. Hay tal volumen de intereses en juego que la UEFA no se puede permitir duelos a muerte entre
los clubs más rentables. Tengo dudas de lo que se cocina en cuartos.
- Barça y Madrid unidos por la pasta, recordé,
mientras mordía uno de los bollos cremosos con ademán de buen inglés a la hora
del té.
- He leído la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la Superliga. Acusa a la FIFA y a la UEFA de abuso de posición dominante -la expresión es una tautología- y violación de las normas de competencia, libre mercado y monopolio. Se veía venir. No temáis, pues os anuncio una gran alegría: los aleluyas de Florentino están justificados personalmente, pero carecen de contenido objetivo. A partir de ahora se acabaron las amenazas y empieza la nada. La frase lapidaria de que a partir de ahora los clubes serán los dueños de su destino es un brindis al sol. Dudo que sea posible promover una competición europea al margen de la UEFA. Pueden hacer lo que quieran, espero que empiecen lo antes posible con... dos clubes, ha ironizado Ceferin.
- Bern Reichart director ejecutivo de A22 Sports Management, la empresa creada para gestionar la Superliga, ha dicho que los clubes necesitan tiempo para darse cuenta de que el miedo ha perdido su base legal. Lo saben de sobra, pero nadie mueve un dedo. Aunque Reichart tiene razón en que el actual modelo financiero es insostenible. Las obras faraónicas, los fichajes de escándalo y los salarios al alza provocan entre los clubs desequilibrios competitivos (“los doce magníficos”) y fuertes tensiones en la balanza de pagos. El fútbol debe controlar el gasto y depender exclusivamente de los ingresos que genera, no de inyecciones externas de capital. El apalancamiento siempre acaba en desastre. Lo bueno del fracaso de la Superliga es que la UEFA se tiene que replantear muchas cosas, entre otras su manga ancha en la aplicación de los controles económicos.
- Una competición de clubes europeos al margen de la UEFA es inviable. El espejo en el que la Superliga se mira es la NBA norteamericana una liga privada de baloncesto profesional creada en 1946 por once equipos y bendecida por las correspondientes organismos oficiales nacionales e internacionales. La Superliga, al revés, se ha enfrentado a la oposición de las federaciones, los clubes, las televisiones de pago, los aficionados y los gobiernos. También con los jugadores que ya están demasiado exprimidos y no quieren más roturas de cruzados. Además, lo que propone ya está inventado: en el fondo, la Star League, la Gold League y la Blue League, son una fotocopia de la las tres competiciones europeas, Champions, Europa y Conference. En principio, el banco de inversión JPMorgan apoyó el proyecto con la promesa de cinco mil millones de dólares, pero las pérdidas en bolsa y la bajada de calificación crediticia hicieron que los que deciden en la última planta del rascacielos se replanteasen el negocio. Bronca a la división de evaluación de riesgos y ya veremos. Conclusión: lo que no puede ser, no puede ser y además es improbable (cambiamos el adjetivo porque en el fútbol no rigen las leyes de la física clásica).