En la foto, el que os habla con la camiseta oficial del doblete.
El aire se llena de hermosura y luz no
usada… nunca mejor dicho porque los títulos de Liga del atleti se miden en
eras. ¡Dieciocho años del doblete! Yo era entonces alto, guapo y con ojos
azules. No sé si veré el próximo pero aspiro a levantar la Copa de
Europa que la música del azar nos arrebató cruelmente.
Reconozco que los atléticos en general
somos bastante agoreros. El descalabro del Levante, el empate deprimente ante el Málaga, el Camp Nou a reventar,
reconozco que me daba por cachiporrado. Después el Madrid en la Champions;
durante días arrastré una existencia crepuscular. Sea lo que Dios quiera, me
dije terminal.
Esta mañana he visto la grabación del
partido. Tenía dos entradas para Los
cuentos de Hoffman en el Real y la ópera se solapó con la final. Mi hija
médico respiró con alivio pues en la vuelta del Chelsea cometí la broma-error
de dejar que me tomara la tensión y por poco acabo en una ambulancia del
SAMUR. Ayer estaba aun más hipertenso con los whatsapp aciagos que me enviaba mi hijo cada cinco minutos. El gol
fulminante del Barça, las lesiones de los dos mejores jugadores de campo, los
cien mil hijos de Sant Jordi, el sentimiento trágico de la vida; me senté en la
butaca abatido y apagué el móvil. Pero al final del primer acto, eran
las ocho y cuarto, la música quiso decirme algo y lo encendí: ¡La liga era
nuestra! Mis "bravos" parecieron desmedidos a la gente de alrededor.
Hago mi resumen del milagro de San Simeón: el
fútbol es ante todo un estado de ánimo. Más allá de las tácticas y entrenos,
el éxito del Cholo es haberse puesto del lado de la fuerza, haber
utilizado la épica del fútbol como genio protector. Simeone, Baroja y Schopenhauer tienen claro que el mundo es voluntad de poder. Los jugadores lo adoran, es
listo como una ardilla, no habla mal de los árbitros, es deportivo y no se mete
con nadie (¡quien lo ha visto, quién lo ve y sombra de lo que era!). Desde el primer al último minuto el atleti planteó un partido plein de courage. Esa fue la diferencia con un rival errático por tramos que sin un Messi ejecutor no es el mismo. Es evidente que el Barça de Guardiola, el
mejor equipo que ha pisado un campo, ha comenzado su declive. Todo lo que sube,
baja, es ley de vida. Supongo que con su escuela futbolera y talonario la travesía del desierto será más bien corta. Sinceramente lo deseo. No puedo
olvidar los gritos blaugranas de ¡Atleti, Atleti! al final del partido. Siempre
nos hemos llevado bien con el gran club catalán.
Hay que felicitar a toda la plantilla exhausta.
Me acuerdo de algunos jugadores: Courtois, el mejor arquero de Europa; Filipe Luis
y Miranda: no haber sido sido convocados por la selección brasileña es un síntoma de los mezquinos intereses que mueve el fútbol; el príncipe Sosa, un
jugador de futuro una vez adaptado al manejo español; Diego Ribas, el enganche
que nos faltaba y la única cuadratura del círculo que todavía no ha resuelto el
míster: hacerlo jugar con Arda en la misma alineación.
En la cúpula del club habló Cerezo,
simpático y dicharachero como siempre, el alter
ego de Gil Marín que se esconde los noventa minutos debajo de la cama
con dos valiums en el cuerpo aunque el Atleti juegue un amistoso con la Unión
Balompédica Conquense. Decía el presidente que hoy toda España se siente colchonera.
La gente prefiere que gane la Liga un equipo con casi cinco veces menos
presupuesto que los dos grandes. Los motivos son de manual de divulgación
comprado en el Rastro. Por supuesto es populismo barato pero, dadas las circunstancias, cuela.
Por una vez voy a citarme a mí
mismo: Una de las razones del fútbol es su increíble poder
para producir felicidad. Nos referimos a la felicidad interior, la más valiosa
y perdurable; la que disfrutamos por todos los poros cuando nuestro equipo sale
airoso del combate: durante una semana dormimos bien, tenemos apetito, el
trabajo resulta soportable, los demás existen, la crisis se atenúa, la
autoestima se dispara… También la felicidad exterior, pues al mínimo empate
salimos disparados a la calle para juntarnos con el pueblo y tomar la Bastilla.
Mis dos hijos salen para Neptuno ahora
mismo con uniforme de gala. Si ganamos el sábado yo también estaré. Y si perdemos
digo lo que mi amigo el poeta: Siempre
nos quedará Baudelaire.
PD. Esta Liga va también por vosotros,
amigo Víctor y tantos otros que desde el fondo Sur del Calderón habéis animado
sin descanso al equipo, al pie del cañón, sin desanimaros, despertando al estadio
cuando más lo necesitaba. Por el orgullo de sentirse atlético. Saludos.