El Atlético de
Madrid pagó al Benfica más de ciento veintisiete millones de euros por João
Félix, el fichaje más caro de la historia del club. Hoy sería complicado que un
club pagara por el jugador portugués la mitad de esa fortuna. ¿Cuáles han sido
las causas del fiasco?
En primer lugar,
fue una apuesta demasiado arriesgada. Con todos los respetos, el nivel futbolístico,
las exigencias profesionales de La Liga portuguesa, o la Ligue 1 francesa son
inferiores a la española. Los sucesivos fracasos europeos del Paris Saint
Germain, un club Estado con ilimitados recursos financieros, se deben en gran
medida a este décalage o diferencia competitiva.
JF tenía 19 años
cuando firmó el contrato soñado, según dijo al salir de los despachos del
Metropolitano, y una experiencia de menos de un año en la máxima división lusa,
aunque hay que reconocer que completó una excelente temporada en el Benfica. Los
cazadores de talentos vieron en su juego vistoso y efectivo (20 goles en 43
partidos) una estrella con una proyección imparable. Se habló de un candidato
al balón de oro. Otros grandes expresos europeos como la Juventus y el
Manchester City llamaron a sus puertas (lo cual encareció el precio del
traspaso). También es cierto que la operación estuvo condicionada por la salida
de Griezmann al Barça y la necesidad de buscar una nueva referencia para el
equipo. El fichaje, finalmente, fue el resultado del consenso entre los tres
pilares del club: Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado y dueño
mayoritario, Andrea Berta, director deportivo y el propio Simeone, convencido
de potenciar al máximo las virtudes del jugador. En general, el triunvirato
dirigente no acertó con el perfil apropiado para una inversión de tales
dimensiones. Hay que repartir las responsabilidades entre todos.
El Cholo no
calculó bien las posibilidades del centro punta portugués. En el Benfica el resto del equipo jugaba para
él, como hacía el Barcelona con Messi o el Real Madrid con Cristiano. Esta estrategia
es justo lo contrario del cholismo, que valora la tensión constante en cada
posición en función del bloque, sin concesiones a las ocurrencias fuera del sistema.
Su lema es: cualquier pasividad crea desajustes graves. Mientras que
Messi o Cristiano se pasaban parte del partido mirando al césped hasta que sus
compañeros los reactivaban, el Cholo no soporta el tancredismo del divo que se
sale del guion. Esperaba de João lo contrario: la movilidad por todo el
campo, las ayudas en defensa y el robo felino en el centro, la creación de
espacios, el imprevisto desmarque de ruptura, el regate desequilibrante y la
definición final que permite sanear el marcador. Tal y como lo interpreta el
recobrado Griezmann.
En gran medida
ha ocurrido lo contrario. João aguarda al trotecito lento a que le den
la pelota en la posición fija de interior izquierda. Intenta un desborde de
filigrana que puede acabar de dos maneras: si le sale bien, revolcón por el suelo tras la falta
táctica del defensor que no duda en la patada o el choque ante la fragilidad
del atacante y la permisividad del árbitro; si le sale mal, se lía, pierda el
balón y propicie el contraataque que pone al Cholo de los nervios. En las
inmediaciones del área quiere hacerlo todo, sin buscar las posiciones
favorables de sus compañeros. Cuando baja hace como que defiende, apenas
recupera y si inicia la jugada desde atrás se limita a dar un pase horizontal
al que tiene más cerca y se quita de en medio.
João
empezó siendo titular con actuaciones aceptables, pero se fue diluyendo por su
falta de protagonismo. Marcó su primer gol en la jornada 12 y para entonces Simeone
comenzó a sentarlo en el banquillo durante parte o todo el partido. También comenzó
el enfrentamiento. Caras largas, malos gestos y quejas del menino. El sistema
ultradefensivo del atlético le impide desarrollar su juego, afirma. El
movimiento se demuestra corriendo, replica el entrenador. El vestuario se siente
incómodo por sus desdichas y desplantes. El ambiente comienza a ser tóxico. Finalmente
manifiesta su intención de salir del club. Simeone respira. Es cedido al
Chelsea por una temporada con opción de compra. Sin el portugués el Atlético
hizo una buena segunda vuelta en la Liga. Tampoco queremos caer en la falacia
de la falsa causa. Al concluir la Premier es devuelto al Atlético sin
que el equipo inglés muestre interés alguno por su continuidad. En la selección
portuguesa tampoco ha sido titular indiscutible. De vuelta al Cerro del Espino otra declaración desafortunada: su amor desde niño por el Club de Fútbol
Barcelona. Joan Laporta agradece el cumplido y dice que João le gusta mucho.
Ni Pochettino, ni Simeone ni Xavi lo quieren. El español Roberto Martínez, nuevo entrenador de la Selección de Portugal, guarda un
prudente silencio. Ni siquiera llega una jugosa oferta de los Emiratos. Ahora
mismo está de gira de pretemporada con el Atlético que se lo ha llevado por no
devaluarlo más. Según cuenta la prensa deportiva durante el vuelo de doce horas
hasta Corea del Sur estuvo serio, ausente, y sólo habló a ratos con Saúl, otro
posible descarte veraniego. Lo más probable es que sea cedido al único club
donde triunfó: El Benfica. Ida y vuelta. El precio, ya veremos.