viernes, 11 de julio de 2025

Libertad de cátedra

 

Los derechos a la libertad de pensamiento y expresión sin imposiciones ideológicas ni limitaciones filisteas son los dos principios constituyentes de una democracia representativa. Todos los demás derechos y libertades fundamentales son su desarrollo implícito y consecuente. Una garantía del ejercicio de ambos derechos es el reconocimiento a la libertad de cátedra recogido en el artículo 20 1.c de la Constitución española que permite a los docentes ejercer su profesión basándose en sus conocimientos, procedimientos y convicciones. Hasta aquí el intachable significado ético de la letra.

Es sabido que Aristóteles en la Ética a Nicómaco define la virtud como un justo punto medio entre dos extremos igualmente viciados, uno por defecto y otro por exceso. Puso ejemplos referidos a la valentía, la generosidad, la templanza, la prudencia o la veracidad. Un ejemplo actual de la sinrazón de ambos extremos sería el uso de la libertad de cátedra en los centros de enseñanza secundaria.

Por defecto. La Inspección reduce al mínimo los trámites de supervisión del funcionamiento académico de los centros privados y concertados al comenzar, durante y al acabar el curso. Especialmente los de titularidad eclesiástica, sobre todo católicos, que combinan la enseñanza con la formación en valores religiosos. El inspector de zona se limita a recibir por email desde hace años los mismos archivos (no más de quince páginas) de la programación inicial y la memoria final en los que sólo cambia la fecha de la portada. Todas las rutinas y pequeños conflictos se resuelven por teléfono. Las visitas obligatorias de los inspectores confirman que todo está en orden. Sólo se presentan con urgencia en los despachos del último piso si la prensa se hace eco de algún problema con repercusión política. Comienzan entonces los informes previos que terminarán en un conciliador juicio salomónico. No conviene crear problemas donde no los hay o, más bien, cuando no es posible resolverlos. 

Antes de iniciarse las clases el director reúne a la plantilla de profesores para informarles del ideario de la casa con temple firme pero flexible, como el acero toledano. Que nadie se llame a engaño. Hay asignaturas especialmente sensibles a la divergencia, la historia, la literatura, la filosofía, el idioma (no todo es gramática). Los veteranos saben a qué atenerse, conocen de sobra el alcance y límites de la “libertad de cátedra”. Si algún veinteañero novato o algún treintañero demasiado consciente de sus derechos los reivindica en el aula recibe una suave pero clara advertencia del jefe de estudios para enderezar el rumbo; si insiste en la heterodoxia doctrinal, al terminar el curso recibe una carta de la dirección donde le agradecen los servicios prestados y le desean suerte en su próximo destino.

Por exceso. En los centros de titularidad pública ocurre lo contrario. Las exigencias burocráticas de control académico son exhaustivas. Los inspectores de zona con nombre y apellidos envían una circular a los directores de los institutos que a su vez la remiten a los jefes de departamento donde se detallan los apartados que deben ser abordados en la programación didáctica: Justificación, Contexto, Competencias clave, Objetivos Didácticos, Contenidos, Temporización, Metodología, Evaluación, Atención a la diversidad, Situaciones de Aprendizaje, Recursos, Bibliografía… Otro tanto ocurre con la memoria final de curso: Introducción, Organización y funcionamiento del departamento, Cumplimiento de la programación didáctica, Actividades extraescolares y complementarias, Resultados académicos, Valoración general, Relaciones con otros departamentos e instituciones, Anexos.

La realidad. Los profesores del departamento de la asignatura de… que se conocen desde hace años se reúnen en el bar de siempre cerca del instituto, se cuentan cómo están, la familia qué tal y dónde han pasado las vacaciones. Después se reparten los grupos que les han asignado este año. Invita el jefe según la tradición y se despiden hasta el día de reiniciar el ciclo del eterno retorno de lo idéntico. Cada cual sabe lo que tiene que hacer en clase, se coordina consigo mismo y nadie le pide explicaciones ni se mete en lo que no le importa. Enseñanza personalizada. Libertad de cátedra.