domingo, 18 de mayo de 2014

Del lado del Manzanares


En la foto, el que os habla con la camiseta oficial del doblete.

El aire se llena de hermosura y luz no usada… nunca mejor dicho porque los títulos de Liga del atleti se miden en eras. ¡Dieciocho años del doblete! Yo era entonces alto, guapo y con ojos azules. No sé si veré el próximo pero aspiro a levantar la Copa de Europa que la música del azar nos arrebató cruelmente.

Reconozco que los atléticos en general somos bastante agoreros. El descalabro del Levante, el empate deprimente ante el Málaga, el Camp Nou a reventar, reconozco que me daba por cachiporrado. Después el Madrid en la Champions; durante días arrastré una existencia crepuscular. Sea lo que Dios quiera, me dije terminal.

Esta mañana he visto la grabación del partido. Tenía dos entradas para Los cuentos de Hoffman en el Real y la ópera se solapó con la final. Mi hija médico respiró con alivio pues en la vuelta del Chelsea cometí la broma-error de dejar que me tomara la tensión y por poco acabo en una ambulancia del SAMUR. Ayer estaba aun más hipertenso con los whatsapp aciagos que me enviaba mi hijo cada cinco minutos. El gol fulminante del Barça, las lesiones de los dos mejores jugadores de campo, los cien mil hijos de Sant Jordi, el sentimiento trágico de la vida; me senté en la butaca abatido y apagué el móvil. Pero al final del primer acto, eran las ocho y cuarto, la música quiso decirme algo y lo encendí: ¡La liga era nuestra! Mis "bravos" parecieron desmedidos a la gente de alrededor.

Hago mi resumen del milagro de San Simeón: el fútbol es ante todo un estado de ánimo. Más allá de las tácticas y entrenos, el éxito del Cholo es haberse puesto del lado de la fuerza, haber utilizado la épica del fútbol como genio protector. Simeone, Baroja y Schopenhauer tienen claro que el mundo es voluntad de poder. Los jugadores lo adoran, es listo como una ardilla, no habla mal de los árbitros, es deportivo y no se mete con nadie (¡quien lo ha visto, quién lo ve y sombra de lo que era!). Desde el primer al último minuto el atleti planteó un partido plein de courage. Esa fue la diferencia con un rival errático por tramos que sin un Messi ejecutor no es el mismo. Es evidente que el Barça de Guardiola, el mejor equipo que ha pisado un campo, ha comenzado su declive. Todo lo que sube, baja, es ley de vida. Supongo que con su escuela futbolera y talonario la travesía del desierto será más bien corta. Sinceramente lo deseo. No puedo olvidar los gritos blaugranas de ¡Atleti, Atleti! al final del partido. Siempre nos hemos llevado bien con el gran club catalán. 

Hay que felicitar a toda la plantilla exhausta. Me acuerdo de algunos jugadores: Courtois, el mejor arquero de Europa; Filipe Luis y Miranda: no haber sido sido convocados por la selección brasileña es un síntoma de los mezquinos intereses que mueve el fútbol; el príncipe Sosa, un jugador de futuro una vez adaptado al manejo español; Diego Ribas, el enganche que nos faltaba y la única cuadratura del círculo que todavía no ha resuelto el míster: hacerlo jugar con Arda en la misma alineación.  

En la cúpula del club habló Cerezo, simpático y dicharachero como siempre, el alter ego de Gil Marín que se esconde los noventa minutos debajo de la cama con dos valiums en el cuerpo aunque el Atleti juegue un amistoso con la Unión Balompédica Conquense. Decía el presidente que hoy toda España se siente colchonera. La gente prefiere que gane la Liga un equipo con casi cinco veces menos presupuesto que los dos grandes. Los motivos son de manual de divulgación comprado en el Rastro. Por supuesto es populismo barato pero, dadas las circunstancias, cuela.

Por una vez voy a citarme a mí mismo: Una de las razones del fútbol es su increíble poder para producir felicidad. Nos referimos a la felicidad interior, la más valiosa y perdurable; la que disfrutamos por todos los poros cuando nuestro equipo sale airoso del combate: durante una semana dormimos bien, tenemos apetito, el trabajo resulta soportable, los demás existen, la crisis se atenúa, la autoestima se dispara… También la felicidad exterior, pues al mínimo empate salimos disparados a la calle para juntarnos con el pueblo y tomar la Bastilla.

Mis dos hijos salen para Neptuno ahora mismo con uniforme de gala. Si ganamos el sábado yo también estaré. Y si perdemos digo lo que mi amigo el poeta: Siempre nos quedará Baudelaire.

PD. Esta Liga va también por vosotros, amigo Víctor y tantos otros que desde el fondo Sur del Calderón habéis animado sin descanso al equipo, al pie del cañón, sin desanimaros, despertando al estadio cuando más lo necesitaba. Por el orgullo de sentirse atlético. Saludos.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena, Rodolfo. Me acordé de ti ayer cuando escuché los primeros bocinazos. Ahora bien, en esa foto, ¿te llevas la mano al corazón o disimulas la publicidad?

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  2. Las dos cosas. En realidad trato de no tapar el escudo, aunque confieso que Don Jesús no era mi presidente favorito.

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