sábado, 15 de noviembre de 2014

Eclécticos, puristas y apocalípticos


En el tiempo de la reproducción técnica y las nuevas tecnologías los soportes superpuestos del arte se han multiplicado. El libro de Taschen, las imágenes JPG, el disco óptico, el DVD, el ebook, Youtube, la cámara digital, el ordenador, las tabletas, los smartphones. En todos los casos la pregunta es la misma: ¿Tales soportes comportan una perspectiva sumativa, un consumo debilitado o una contemplación frustrante de la obra? ¿Al cambiar de medio pierde la obra su aura, marco e intención o se mantienen, como el colesterol, en niveles aceptables? Eclécticos, puristas y apocalípticos han dado sus repuestas. Aquí sólo queremos mostrar los trazos gruesos de esta vieja disputa.

Es evidente que los frescos de la Capilla Sixtina o del Juicio final de Lucas Signorelli en la Catedral de Orvieto se “ven mejor” en un libro de gran formato o en una página de Internet con tecnología flash que “en la realidad”. Por no decir las pinturas rupestres de los abrigos de Albarracín. De mismo modo se “sigue mejor” la ópera Il Trovatore en una pantalla de alta definición blu-ray que en las sillas de paraíso con visibilidad reducida del Teatro Real. Por eso compramos libros, descargamos imágenes o coleccionamos discos ópticos de última generación. Son medios complementarios, aprobaría un ecléctico razonable. De acuerdo, siempre que se admita que son experiencias totalmente heterogéneas.

Para los amantes de la música culta: Herbert von Karajan realizó cerca de mil registros con el sello Deutsche Grammophon y vendió más de 300 millones de copias. Un crítico de Der Spiegel sugirió que el maestro austriaco tomó posesión de la Orquesta Filarmónica de Berlín como Zeus de Dánae: en forma de lluvia de oro. El director Zubin Metha dijo de Karajan tras su muerte: Su problema era que no se conformaba sólo con la música. Por el contrario, Sergiu Celebidache, otra leyenda del atril, se negó a realizar grabaciones de sus conciertos porque consideraba que desvirtúan el sentido de la partitura y eliminan los efectos sonoros que se captan en la salaEn sus charlas en la Residencia de Estudiantes recorría tonante toda la gama de matices que van desde la distorsión hasta la aberración. Las copias que hoy circulan de sus conciertos son piratas o comercializadas con la autorización de los herederos. ¿Cuál nos convence más? Se impone un eclecticismo de amplias miras, si tenemos claro que ningún equipo de alta fidelidad suena como una orquesta sinfónica.

Sobre los coleccionistas de imágenes. Son curiosos cuando menos los sitios web especializados en pintura, algunos de pago: Art Renewal CenterWeb Gallery of ArtLa ciudad de la pintura. De un autor, por ejemplo Gauguin o Le douanier Rousseau, la paleta cambia de modo inconsistente de unos sitios a otros; la gama del mismo cuadro va del rosa al amarillo como la película de Summers. Es imposible saber cómo es el cuadro original. Algo parecido ocurre con muchos libros de arte. ¡Si puristas como John Ruskin o Marcel Proust levantaran la cabeza, sus lamentos se oirían en la Plaza de San Marcos! 

Un ejemplo paradójico: la complejidad argumental de una película de culto como Memento de Christopher Nolan sólo puede ser descifrada si se ve en DVD con las opciones (como la acción del film) de parar, volver o repetir. Con el primer pase apenas te enteras del argumento. Parece pensada para “un consumo mediante técnicas de reproducción asistida”. La obra no funciona en el medio para el que se creó. Le pasa lo mismo a un clásico del cine negro de los años cuarenta, El sueño eterno, dirigida por Howard Hawks, aunque también puede ser por el pésimo doblaje. La otra posibilidad es ir a una filmoteca diez veces seguidas. El enredo haría las delicias de un apocalíptico como Adorno que, por lo demás, detestaba el cine.

La tesis de un purista radical: resulta más fácil leer Au bonheur des dames de Émile Zola en un lector digital con diccionario táctil que enfrentarnos a pecho descubierto con la edición de Gallimard y el Petit Robert al lado. Pero la mayoría de las obras clásicas fueron escritas para libros publicados con los tipos móviles de la galaxia Gutenberg. Tom JonesEugene OneguinEl castillo, no pueden ser leídos en ebook sin violentar su significado cultural y valor estético. El cambio de medio supone la condena de la obra a un consumo extraño, a la presencia de una nueva forma de alienación literaria. Aunque, por supuesto, concedería el suspicaz, numerosas producciones son compatibles con el libro electrónico. 

¿Es posible contemplar la inmensa arquitectura y el significado teológico de la catedral de Chartres en un Youtube de la serie Des racines et des ailes? Ciertamente no somos campesinos medievales obligados a medir con la vista las afiladas torres, escuchar el viento en los arbotantes o palpar los gruesos muros para sentir la emoción religiosa; pero sólo la presencia, la experiencia viva de la peregrinación puede respetar el aura, el marco y la intención de estos bosques de piedra... mantendría un ecléctico sublime y entreverado. 

La fotografía artística de los grandes maestros, Eugene Atget, Ansel Adams, Berenice Abbott, Edward Weston y tantos otros se hacía con cámara analógica, revelado tradicional y en blanco y negro. Un apocalíptico renegaría de la fotografía digital a todo color, con capas, trucos de magia y retoques Photoshop; mientras que un honrado purista pondría mala cara al procedimiento y entre paréntesis a los resultados.

Ricemos el rizo: Las Meninas fueron pintadas por Velázquez para ser colocadas en el cuarto de verano del Real Alcázar de Madrid, un despacho del rey Felipe IV. El cuadro estaba colgado junto a una puerta, y a la derecha se hallaba un ventanal. Se ha deducido que el pintor diseñó el cuadro expresamente para dicha ubicación, con la fuente de luz a la derecha, e incluso se ha especulado con que fuese un truco visual: como si el salón de Las Meninas pareciese una prolongación del espacio real del despacho del rey. (…) Cuando el cuadro fue trasladado al Prado, se colocó en la sala XV, al lado de un ventanal que le proporcionaba luz natural por la derecha, como en la ubicación original, efecto que se perdió con su cambio a la sala XII. Velázquez no pintó su obra maestra para ser expuesta en un museo, ni para ser vista por el gran público y menos aun en un marco inadecuado. Pero ni siquiera un apocalíptico de salón se atrevería a despotricar del Prado.

Me dejo otros soportes en el tintero, por ejemplo la fruición a marchas forzadas de archivos en la nube; mucha gente en el metro pasa imágenes de museo con el servicio de alojamiento Dropbox. O la lectura de comics en tabletas. Las viñetas se ven y se manejan mejor en el ipad que en papel. O la pasión por las plataformas de libre publicación del tipo Lulu, Booktango o Kobo Writing Life que ofrecen al lector las últimas tendencias narrativas o los delirios poéticos de creadores aficionados o profesionales. Y, por fin, la blogosfera, una revolución copernicana en la lectoescritura cuyo alcance todavía desconocemos.   

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