Una verdadera obra de arte debería enseñarnos que nunca habíamos visto lo que vemos ahora.
Paul Valéry
Copio de la web del Thyssen:
El Museo Thyssen-Bornemisza, en colaboración con el Musée d’Ixelles, presenta la exposición "Paul Delvaux: paseo por el amor y la muerte", un recorrido temático por el insólito universo del pintor belga Paul Delvaux (1897-1994), una de las más destacadas personalidades del surrealismo del siglo xx.
Una muestra que incluye sus temas favoritos: las mujeres, los dobles y espejos, la arquitectura, los esqueletos y los trenes. Se trata de una constelación de imágenes que hunden sus raíces en los escenarios metafísicos de Chirico, la realidad aparte de Magritte o las composiciones sintéticas de Picasso. Es asimismo una iconografía puramente pictórica, elegida por su potencial figurativo, “buena para ser pintada”. Esta autonomía formal se da especialmente en la pintura surrealista (también en el cubismo y el abstracto) y es un principio basado en la libertad del arte y el carácter arbitrario de los temas; hasta el punto de que a este ejercicio de estilo no siempre le corresponde un contenido narrativo manifiesto o latente. Buena parte del carácter enigmático de la pintura de Delvaux procede de su mera plasticidad. También del interés de los surrealistas por la creación de mundos posibles. El afán de singularidad los lleva incluso a encajar en la composición objetos incompatibles o desconocidos.
Se ha afirmado que el núcleo de la pintura de Delvaux es una visión pesimista del eterno femenino, quizás reflejo de su experiencia biográfica. La mujer es representada a solas, en pareja, con su doble, en el prostíbulo y en todas partes. Están ubicadas en entornos en los que no es posible preguntar por el dónde y el cuándo. El rasgo predominante es la apatía, la ausencia de sentimientos. Son criaturas ausentes, melancólicas, desterradas. En el titulado “La soledad” (una obra fuera de la muestra), una muchacha en una estación desierta en medio de la noche, de espaldas, vestida con su mejor traje para no esperar a nadie, sigue con la mirada a un tren de mercancías que pasa a toda velocidad…
El amor lésbico, un motivo recurrente, se muestra con frecuencia en escenas tiernas, inocentes, en las que la primera experiencia amorosa es compartida con la amiga como rito de transición. En otros cuadros desvela una visión esencial del erotismo; también se presenta como deseo intenso y sexualidad.
El doble femenino de Delvaux, un arquetipo universal del dualismo y los opuestos, no incurre en la tensión, elude el conflicto, no busca polos ambivalentes, aparece más bien como rechazo de sí y huida silenciosa del hastío. El doble es alguien que no dirige gestos o palabras al otro. En la famosa Mujer ante el espejo las miradas no llegan a cruzarse.
La poesía de Delvaux consiste en transformar lo apolíneo -la buena figura, la luz diáfana, el orden geométrico- en misterio. Los escenarios arquitectónicos son vastas composiciones inspiradas en modelos de la antigüedad. Edificios que no están hechos a la medida del hombre, inmensas avenidas que alargan el punto de fuga hasta un horizonte mágico de mares o desiertos. A veces representan ruinas calculadas, ajenas a la evocación romántica. Mujeres misteriosas aparecen en primer plano o entre gentes que vagan sin propósito por las calles. El conjunto sirve para crear un ambiente irreal, opresivo, onírico. Parece como si pintor se hubiera despertado en medio de una ciudad fantasma: espacios que sugieren visiones de otros mundos, habitantes que han sido sorprendidos en medio de quehaceres herméticos, calles silenciosas con sombras de personas que no pueden verse.
Los esqueletos, otra de sus obsesiones, no son símbolos de la muerte sino radiografías del cuerpo, armazones animados, individuos. Son ante todo un desafío basado en la dificultad de darles movimiento, gestos y emociones. Mientras que en el resto de los temas Delvaux transforma lo apolíneo en misterio, en los cuadros de esqueletos transforma el misterio en relato. Los esqueletos están más vivos que las mujeres.
El enigma de Delvaux se convierte finalmente en obra abierta, hecho irrepetible o lenguaje privado. Muchos cuadros surrealistas van más allá de la interpretación y son propiamente accidentes puntuales cuyo sentido se pierde en la noche de los tiempos, incluso para el autor. Más aún, algunas composiciones son meros lenguajes privados, cúmulos de signos invertebrados, intraducibles, cuyo único vínculo con el espectador es que cualquier lenguaje privado presupone necesariamente el lenguaje común como sistema final de referencia. Al contemplar los cuadros de Delvaux, al comparar con esfuerzo los dos códigos, podemos afirmar una vez más que la imaginación no es un estado sino la existencia humana en sí misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario