“Decepción” es la palabra tras la representación de Così fan tutte, ossia La scuola degli manti de W.A. Mozart en el Teatro Real de Madrid. Mucha expectación y resultados dudosos, en mi opinión, que al terminar me recordaron la vieja anécdota de la feria taurina de provincias.
- ¿Dónde vais tan decididos? (cabeza
alta, gesto enérgico, júbilo en el rostro)
-¡A los toros!
- ¿De dónde venís tan resentidos?
(andares pesados, caras de palo, gestos de enojo).
- De los toros…
El libreto ha sido copiado
una y mil veces por las mejores comedias y óperas de enredo. La música de
Mozart está a la altura de las obras maestras compartidas con Lorenzo de Da ponte, Don Giovanni y Les nozzes di Figaro, tres creaciones "más allá de nuestras cabezas", incluidas las composiciones de Wagner. Se trata de un Dramma giocoso en dos actos que en las
grandes representaciones complace al público con la espontaneidad del humor italiano,
mientras que en el Real apenas arrancó sonrisas huérfanas.
El argumento es
genial: dos oficiales del ejército, Ferrando y Guglielmo, están locamente
enamorados de sus damas, Dorabella y Fiordiligi, hermanas, que les corresponden
con igual exageración. Un amigo común, don Alfonso, entrado en años y prudente
filósofo, les advierte de la afectación de sus transportes mutuos y, tras las protestas
ruidosas de los amigos, les apuesta una importante suma a que les puede
demostrar en muy poco tiempo la infidelidad de sus diosas… si ellos se prestan
al juego. Pero no les cuento más.
La acción se ha situado en la época
actual. Primer desacierto: la ópera aguanta mal la traslación.
Tiene sentido en el marco de la vida galante del siglo XVIII, incluidos los
peinados, los abanicos y los escotes, pero hoy no funciona porque las bellas y
sus devaneos han cambiado de forma y fondo. Se intenta modernizar la trama
añadiendo escenas de “sexo explícito”. Por ejemplo, resulta absurda la
relación culpable entre Don Alfonso y Despina, la camarera de las hermanas,
inexistente en el libreto. Tras las ardientes escenas de seducción, las parejas
se meten en la cama a la carrera, mientras que en el original todo está más
sugerido, más diferido, más erótico.
La escenografía de Michael Haneke, director
cinematográfico de moda, anunciada con salvas, resulta ser un espacio único que
dura los dos actos: un salón convencional de la clase alta con sofá alargado y
estantería que comunica con un jardín vagamente neoclásico por una larga
puerta corrediza y cortina que los actores abren y cierran continuamente para cambiar
de cuadro. La obra, siempre desde las versiones de referencia, precisa más bien
lo contrario: una variedad de entornos acordes con el desarrollo dramático de
la acción que permita potenciar al máximo el trasiego de las intrigas y la fuerza musical.
Un escenario giratorio hubiera sido perfecto. Por eso las versiones
cinematográficas de Così fan tutte
funcionan bien, como la versión de Nikolaus Harnoncourt-Jean Pierre
Ponnelle.
El director paraliza el ritmo vibrante
de la ópera con demasiados intervalos vacíos. El tempo musical
es lento, con poca sangre en el foso y los intérpretes,
ambos correctos pero sin levantar pasiones. No
parece, como decía un crítico musical madrileño, una ópera Mozart-Da Ponte. Al final, la reacción cortés del público que en ningún momento se entregó a la obra.
El planteamiento conjunto de la
dirección musical (Sylvain Cambrelling) y escénica (Michael Haneke) apuntan a
una “reveladora modernidad de esta ópera”, a su “inquietante ambigüedad”, a “un sutil
juego de emociones que están más allá de las convenciones de su tiempo”. Para
mí son los signos inequívocos del fárrago. Così
fan tutte no está escrita para suscitar reflexiones profundas, símbolos ocultos
o visiones del hombre; está hecha para gozar estéticamente y no admite metalenguajes ni símbolos latentes.
Cada vez desconfío más (confieso mi
conservadurismo) del “talento único” del escenógrafo o del directos musical que
ofrecen la consabida versión novedosa de un clásico. Un caso excepcional es la tetralogía wagneriana de Boulez-Chéreau. Aquí, las innovaciones surgen de la fidelidad al libreto, de los consejos del compositor y de la gran tradición wagneriana del Festival de Bayreuth…
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