Ahora que aparentemente ha declinado el virus del ébola se imponen algunas consideraciones incurables.
Todos los muertos son iguales, pero un africano negro es
y está más muerto que un europeo (o un norteamericano) blancos.
La muerte de un africano de
raza negra es un hecho biológico; la de un europeo es un
problema metafísico. Sólo el hombre blanco es un ser para la muerte.
Cuando contemplamos las imágenes de un hospital africano atestado de moribundos, la filosofía (no digamos la política) se convierte en un sarcasmo.
Dos hitos: la epidemia de peste negra que asoló la Europa campesina en el siglo XIV y la del ébola que recorre África en la actualidad. La muerte sigue siendo la gran posibilidad democrática de los pobres y marginados (Henri Pirenne, La Edad Media).
Las enfermedades
contagiosas más virulentas, la peste, el sida, el paludismo, el ébola, no se
originan por la conjunción fatal de los astros ni son un castigo divino por los
pecados de la humanidad (como se pensaba en la Edad Media). Las causas son
otras y siempre las mismas.
La solución del ébola para los conservadores europeos y norteamericanos (que sólo los radicales se atreven a pedir abiertamente) es cerrar el flujo migratorio desde
los países donde aparecen los focos de la enfermedad. En realidad hay dos
epidemias superpuestas: el ébola, una epidemia biológica y la emigración, una
epidemia social.
Lo cierto es que para
un ciudadano de una democracia occidental el ébola es un nombre vacío, un
mero flatus vocis. Es imposible saber en qué consiste realmente a menos que pases un mes en un hospital de Nigeria.
La opinión pública se vuelca en editoriales y argumentos sobre las mascotas sacrificadas por decisión médica. Lo único cierto es que a la inmensa mayoría le interesa más la vida de su perro que la de los hijos del vecino... aunque sean blancos. Imagínense.
La opinión pública se vuelca en editoriales y argumentos sobre las mascotas sacrificadas por decisión médica. Lo único cierto es que a la inmensa mayoría le interesa más la vida de su perro que la de los hijos del vecino... aunque sean blancos. Imagínense.
A los países del
primer mundo sólo les interesa explotar los recursos naturales de los países
subdesarrollados. Incluida la fuerza de trabajo (a la que consideran un recurso
más). El ébola es un riesgo, una consecuencia asumida por el modelo económico y un mercado emergente.
Las epidemias son el
principal negocio de los grandes laboratorios. La medicina
es una tecnología de la salud. La vacuna del ébola saldrá cuando su
valor en cambio alcance el punto álgido de la gráfica.
El Estado puede
ocuparse de la salud de sus ciudadanos -también de los expatriados- por todo
tipo de razones, excepto las humanitarias.
Decía Heidegger que la
verdad sólo acontece en unos pocos modos originales (me gusta recordarlo
juntos):
El
desocultamiento de la esencia en la obra de arte.
La
acción que funda un Estado.
La
proximidad de lo más ser del ser.
El
cuestionar del pensador que cuestiona lo digno de ser cuestionado.
El
sacrificio esencial.
Los
médicos, voluntarios y misioneros africanos que pierden su vida en el empeño de
curar a sus semejantes en condiciones extremas son un ejemplo del último
acontecer.
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