domingo, 31 de marzo de 2019

Series


Decididamente están de moda las series televisivas. Las grandes firmas del streaming, Netflix, Amazon, HBO, Sky, entre otras (parece que Apple también se apunta) parecen haber dado con la clave del éxito de los servicios audiovisuales bajo demanda. En otra entrada de este blog hice una breve historia del polifacético “continuará” (que incluye las series y otros soportes). Aquí analizo algunas razones por las que las series están actualmente en la cresta de la ola de la industria cultural.

Seguridad. La primera es que cuando seguimos una serie sabemos que nuestra parte de ocio está asegurada. Se disparan las endorfinas ante la perspectiva de anclaje para el tiempo libre; nos libramos del desasosiego que produce la obligación de buscar algo que nos apetezca en el maremágnum de películas, documentales, deportes, música que ofrece la firma de streaming que hemos contratado. Además si otro evento televisivo nos interesa en la franja horaria que dedicamos a una serie, sabemos que siempre estará disponible para seguirla cuando nos apetezca. Es más, podemos seguir una serie antigua o de moda desde el primer episodio y temporada.

Versatilidad. Decíamos que las series crean hábitos de ocio estables, que fomentan rutinas gratificantes. A esto hay que añadir su versatilidad como productos de consumo. Esta es otra de las razones más poderosas por la que las series son tan apreciadas. Pueden verse en cualquier espacio y tiempo: mientras te das un paseo, al ir al trabajo, durante un viaje, en la habitación del hotel, en la sala de espera del médico o en la tele del dormitorio con tu pareja... Las series son un ocio de fácil acceso, un océano de entretenimiento al alcance de todos (las suscripciones son asequibles) y se pueden ver en todos los soportes audiovisuales: en la televisión, el ordenador, la tableta o el teléfono móvil; se adaptan mucho mejor que otras formas de cultura a este cambio de plataformas y medios. Mientras el cine retrocede, la televisión vive su mejor momento.  

Amplitud. La oferta es muy amplia. En realidad, recoge todos los géneros cinematográficos: drama, acción, comedia, policiaco, historia, terror, ciencia ficción… Asimismo, puedes elegir series de perfil bajo, fáciles de comprender, con tramas que no requieren un especial esfuerzo intelectual para seguirlas (como Friends), aptas por la gente que llega cansada física y mentalmente a su casa después de una larga jornada de trabajo. Inversamente, puedes inclinarte por series de perfil alto, complejas, con exigencias de comprensión (como Twin Peaks). Incluso directores de cine consagrados, Scorsese, Fincher, Spielberg, los Cohen o los Wachowski se han pasado a las series. Muchas películas de culto se han convertido en series. En la lista de ofertas hay una paleta interminable de perfiles intermedios que puedes sondear antes de decidir cuál será la siguiente. La versatilidad de las series genera, previos estudios de impacto y análisis de big data, los llamados nichos de mercado, más directos todavía que los géneros: series de abogados, narcos, reinos perdidos, biografías, adaptaciones, detectives, robots, espías... Es sabida la capacidad que tienen las plataformas digitales de conocer nuestros gustos para después decidir por nosotros sin que nos demos cuenta. La oferta es tan amplia que podemos pensar con nuestra propia cabeza y encajar en algún nicho de mercado. Además es ocio, no arte; en esto se diferencian por el momento del cine.  

Enganche. Cuando seguimos una serie necesitamos saber lo que va a ocurrir después. El aficionado (no digamos el adicto) experimenta al final de cada capítulo la necesidad de ver el siguiente para empaparse de lo que sucede a continuación. Sea cual sea el nicho de la serie, el final del episodio siempre se presenta de forma ascendente, potente, cargado del máximo interés. Esto explica que casi siempre veamos más de un capítulo; o si no tenemos algo mejor que hacer, engolfarnos en un maratón de siete episodios, incluso de una temporada completa. Los guionistas saben cómo hacerlo. Manejan la ley de clausura y el temporis punctum con eficacia probada. Nos enganchan hasta el punto de que cuando la serie concluye experimentamos una cierta sensación de vacío y duelo hasta encontrar la nueva. Otro factor del enganche es la presión social: la familia, los amigos, los vecinos, la pandilla, los compañeros de trabajo comentan los avatares de una serie y si no quieres quedarte fuera tienes que subirte al carro. Actualmente la fluidez de los grupos primarios depende de las nuevas tecnologías.

Deconstrucción. Una de las características de las series es la fragmentación permanente de la trama. Los guiones se parecen al formato de una novela donde se salta de unos personajes a otros, de una situación a otra, de un planteamiento a otro. El guionista utiliza los mismos recursos en las transiciones de la acción que en los finales de episodio (es decir, te deja con la miel en los labios). La extensión de la trama permite introducir nuevos personajes y líneas narrativas. Asimismo, los personajes centrales pueden evolucionar, declinar a favor de otros o desaparecer. La deconstrucción permite alargar las series sin que el espectador se fatigue y cambie. En realidad las series se parecen a la vida misma. En muchas series en curso el guion no está acabado: el propio guionista estudia posibles variantes para los siguientes episodios y las futuras temporadas en función de las preferencias actuales que su antena capta entre los seguidores en las redes sociales o las opiniones de la crítica.

Inmediatez. La serie recoge con ventaja el recurso al enganche de las telenovelas o culebrones que ofrecen cada día un nuevo capítulo, o los antiguos cuadernos de historietas donde el nuevo número de la colección sale la próxima semana. La ventaja de las series es que no tienes que esperar ni un minuto para enterarte de lo que le pasa a tus personajes favoritos. Su inmediatez ha dado lugar a lo que muchos seriólogos han denominado “efecto de familia”. Del mismo modo que tus mascotas, los personajes de la serie acaban por formar parte, consciente o inconsciente, de tu entorno afectivo. Internet ha permitido que la inmediatez del contenido de las series se convierta en un fenómeno planetario. La propia serie tiene su web y su muro nacional e internacional en todas las redes sociales. Los “me gusta”, los comentarios, las imágenes, las discusiones sobre los posibles finales, retroalimentan su valor y difusión. Visto de esta manera no elegimos una serie sino al revés, somos productos de los efectos gravitatorios de una cultura global.

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