viernes, 22 de enero de 2010

Don Giovanni, obertura




Kierkegaard considera al “Don Juan” de Mozart como la más alta realización de la obra de arte clásica. En ella, la figura perenne del insaciable conquistador ilumina con luz propia al resto de los personajes, eternamente unidos a esa idea, tan vieja como la humanidad, de un amor que no puede ser saciado en ningún manantial: È tuto amore! Chia una sola è fedele, verso l’altre è crudele; io che in me sento si esteso sentimento, vo’ bene a tutte quante; le donne poiché calcolar non sanno, il mio buon natural chiamano inganno. Ópera perfecta del genio musical, en la que nada falta y nada sobra, de tal manera que la ausencia de una sola nota supondría la caída del edificio entero.
Dice el filósofo de Copenhague: En este sentido la siempre admirada obertura del Don Juan es una obra maestra totalmente perfecta y jamás lo dejará de ser. Para demostrar el clasicismo de esta ópera no haría falta ninguna otra prueba sino solamente destacar esa cosa única y a la par inimaginable de que su obertura contenga lo central de un modo tan puro que no se le haya quedado prendido nada de lo que es periférico. Esta obertura no es ninguna mezcolanza de temas, ni tampoco es un laberinto formado por diversas asociaciones de ideas. Es una obertura concisa, definida, vigorosamente construida y, sobre todo, impregnada de la sustancia íntegra de la ópera.


El erotismo encuentra su definición exacta en la leyenda del aguerrido español y su expresión formal en la ópera. Según Kierkegaard, la idea donjuanesca del puro erotismo es esencialmente musical. Ni el lenguaje narrativo, ni siquiera la poesía, son capaces de abordar los tonos ambivalentes, los sutiles matices o los delicados estremecimientos del amor erótico. Otros géneros, como la sinfonía o la música de cámara, han reflejado esa idea, aunque no de forma perfecta, sino sólo en sus sensuales contornos. De ahí la impecable unidad operística entre el libreto (el excelso libreto de Lorenzo Da Ponte) y la música de Amadeus, que ciertamente “no es de este mundo”.
Con Don Giovanni ocurre al revés que con otras obras de arte clásicas. Por ejemplo, la idea de la eterna juventud, encarnada en el mito de Fausto: su sustancia no es medularmente musical, sino poética y narrativa, de ahí que ninguna de las versiones operísticas o cinematográficas, ni siquiera las más conocidas de Gounod o Murnau, estén a la altura de la obra de Goethe.


Nikolaus Harnoncourt dirige la célebre obertura a la Zurich Opera House Orchestra

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W.A. Mozart, Don Giovanni
Cesar Siepi, Deszö Grümmer, Anton Dermota, Lisa della casa, Otto Edelmann, Erna Berger, Walter Berry
Chor der Wiener Staatsoper
Wiener Philharmoniker
Wilhelm Furtwängler
Deutsche Grammophon, 2001
DVD video

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