viernes, 30 de marzo de 2018

El origen del universo. Primera parte



¿Por qué hay ser y no, más bien, nada? El reciente fallecimiento del físico teórico y cosmólogo británico Stephen Hawking ha puesto de moda nuevamente la radical pregunta que Heidegger plantea, al final de su obra “¿Qué es metafísica? En el fondo, una vez depurada de profundidades ontológicas y abismos insondables, es la pregunta por el origen del universo. Pero vayamos por partes, como decía Jack el destripador.
El primer gran científico de la humanidad, Aristóteles, como en general los griegos, creía que la naturaleza era eterna y cíclica, es decir, que no tenía principio ni fin y que la materia se renovaba, igual que las estaciones del año, sin solución de continuidad. La idea les resultaba convincente y, lo que es más crucial, reconfortante. Sin duda, Nietzsche halló aquí su idea del eterno retorno. Algo muy similar, en el fondo, a la teoría contemporánea de un universo pulsante que se contrae, colapsa, explosiona y se expande hasta que vuelve a causa de la gravitación al punto inicial y así sucesivamente. Aunque no es especialmente apreciada por la comunidad científica actual sigue dando tumbos entre algunos físicos recalcitrantes. Hay que recordar, por otra parte, que la noción religiosa de “creación desde la nada” es exclusivamente cristiana…
Pero volvamos a Aristóteles. Su ciencia fue el paradigma dominante desde el siglo IV antes de nuestra era hasta la gran revolución científica del Renacimiento. Al sabio griego también le picaba la curiosidad por el comienzo del movimiento de la materia. Cómo resulta imposible compaginar la eternidad cíclica del cosmos y un primer motor inmóvil que ponga en marcha la naturaleza de acuerdo con el principio general de su física de que todo lo que se mueve es movido por otro, recurre a una entelequia o explicación límite a la que llama Dios. Por más que Aristóteles se estrujase la mollera no fue capaz de dar una solución lógica sino platónica y mito-poética al problema del origen del universo.

Es posible que sea así, porque en otro caso sería preciso decir que todo proviene de la noche, de la confusión primitiva, del no-ser. Estas son dificultades que pueden resolverse. Hay algo que se mueve con el movimiento continuo, el cual es el movimiento circular. No sólo lo prueba el razonamiento, sino el hecho mismo. De aquí se sigue que el primer cielo debe ser eterno. Hay también algo que mueve eternamente, y como hay tres clases de seres, lo que es movido, lo que mueve, y el término medio entre lo que es movido y lo que mueve, es un ser que mueve sin ser movido, ser eterno, esencia pura, y actualidad pura. (…)Tal es el principio de que penden el cielo y toda la naturaleza. Sólo por poco tiempo podemos gozar de la felicidad perfecta. Él la posee eternamente, lo cual es imposible para nosotros. El goce para él es su acción misma. Porque son acciones, son la vigilia, la sensación, el pensamiento, nuestros mayores goces; la esperanza y el recuerdo sólo son goces a causa de su relación con éstos. (...) Y así decimos que Dios es un animal eterno, perfecto. La vida y la duración continua y eterna pertenecen, por tanto, a Dios, porque esto mismo es Dios.

El heredero medieval de Aristóteles es Tomás de Aquino, el más grande teólogo que conocieron los tiempos. En sus famosas vías utiliza el argumento del primer motor inmóvil (entre otros) de su maestro. Otra vez el problema del origen, ¿quién fue primero el huevo o la gallina? Aquino elimina los componentes poéticos del Dios aristotélico y se centra en los lógicos. En parte es honesto intelectualmente y en parte no. Razón y fe. Sus demostraciones llegan a la necesidad de un primer motor (o causa) de la naturaleza… al que, por supuesto, identifica con el Dios cristiano. Aquí se le ve el plumero al bueno de Tomás. Ese salto de lo natural a lo sobrenatural no está lógicamente justificado, como le recordó otro teólogo medieval, Duns Escoto. En cualquier caso, el creacionismo es la solución tomista, es decir, cristiana,  al problema del origen del mundo.

Primera vía: el movimiento. Es cierto y consta por los sentidos que en el mundo los seres se mueven. Pero todo lo que se mueve es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve siempre es movido, ha de ser movido por otro, y este por otro y así sucesivamente. Pero la razón rechaza que se proceda así hasta el infinito. No se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motores intermedios ni movimiento presente, pues los motores intermedios no se mueven más que en función del movimiento que reciben del primero; lo cual es evidentemente falso. Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este primer motor todos entienden que es Dios.  

En el siglo XVIII, el siglo de las luces ilustradas, Kant consideró que la inmortalidad del alma, el origen del universo y la existencia de Dios eran las tres principales ideas metafísicas que la filosofía había amasado a lo largo de su historia. La crítica de la idea metafísica del universo la realiza Kant en la parte de la Dialéctica trascendental denominada Cosmología racional. El resultado se presenta en las llamadas Antinomias de la razón pura. La crítica de Kant afirma que cuando hacemos proposiciones metafísicas sobre el universo (el universo tiene o no comienzo en el tiempo, el universo tiene o no límites en el espacio, la materia es o no es infinitamente divisible, la causalidad natural es o no la única que se da en el universo...) la razón puede demostrar con igual fuerza la tesis y la antítesis. Es decir, una proposición metafísica sobre el universo y su contraria. Y como es bien sabido, de una contradicción se sigue cualquier cosa. Tampoco la enorme cabeza del pensador alemán resolvía (más bien disolvía) el problema del origen del cosmos.

Tesis: el universo tiene un principio en el tiempo y límites en el espacio.
Antítesis: el universo no tiene comienzo en el tiempo y no es limitado en el espacio.
Prueba de la tesis: 1) el universo tiene que tener un principio en el tiempo porque si no lo tuviese no tendría sentido el acontecer presente, puesto que para llegar al presente tendrían que haberse sucedido una serie infinita de momentos. Pero esto es imposible puesto que un número infinito de momentos no puede ser nunca completado. Luego el universo tiene un comienzo en el tiempo. 2) Los dos elementos constitutivos de la realidad son los objetos y el espacio. Todo lo que existe sólo puede ser conocido como algo limitado en el espacio si no se quieren confundir los objetos con el espacio mismo. Por tanto, el concepto de realidad implica tener límites en el espacio.
Prueba de la antítesis: 1) Su suponemos que el universo tuvo un comienzo en el tiempo, ¿qué había antes de que el universo existiera? Obviamente nada, puesto que si algo existiera formaría parte del universo. Pero de la nada, nada es. Luego algo existía en el tiempo a lo debemos considerar también parte del universo.
2) Supongamos que el universo fuese limitado en el espacio. El universo tendría consecuentemente límites al otro lado de los cuales no habría nada salvo espacio vacío. Ahora bien, el espacio es una intuición dentro de la cual situamos los objetos. Mediante la intuición del espacio afirmamos que cosas diferentes se encuentran en lugares definidos. El espacio está determinado por los objetos que contiene y no existe sin ellos. No podemos concebir el espacio como un vacío más allá y distinto de los objetos. Esto convierte en carente de sentido toda suposición sobre la relación entre el universo y el espacio vacío que lo rodea. Por tanto, el universo no puede estar limitado por el espacio.

Newton, el genial científico que supuso el cierre de la física clásica, coetáneo de Kant, prefirió no meterse en jardines filosóficos sobre el origen del universo y se dedicó a describir sus leyes empíricas. No obstante, a pesar de sus intenciones metodológicas, su principal obra, los Principia contiene de manera explícita algunos principios teóricos de carácter especulativo, tal y como aparecen definidos en el Escolio General del libro III, que suponen la infinitud (espacio absoluto) y eternidad (tiempo absoluto) del universo. Aunque en sus reuniones privadas, cenas y declaraciones se apuntaba como prudente ilustrado a la religión natural y al deísmo, es decir a la hipótesis de un Dios creador del universo y sus leyes matemáticas... por lo que sintió obligado a compaginar ambas teorías.

Dios no es la eternidad y la infinitud, sino eterno e infinito; no es la duración y el espacio, sino que dura y está presente. Dura siempre y está presente en todas partes, y existiendo siempre y en todas partes constituye la duración y el espacio.

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