jueves, 9 de junio de 2011

Los límites del lenguaje


Lévi-Strauss,  Mirar, escuchar, leer
Sobre el arte (y también la ciencia): el misterio no es el mundo sino el lenguaje.

Para el arte, incluido el relato de costumbres, la creación, es decir, la construcción del sentido, es algo puramente intralingüístico: proceso verbal y definición de la idea (la dialéctica platónica), lucha por encontrar los límites del lenguaje, vocación por nombrar, regalo de los dioses.

Es preciso entender (y aplicar) la sentencia de Gorgias inversamente, desde el final:

No existe el ser, pero si existiera no podría ser conocido y si fuera conocido no podría ser comunicado mediante el lenguaje.

Comenzar y acabar en el lenguaje. Sólo es posible afrontar la eterna agonía entre las luces y las sombras desde los límites internos del lenguaje: lo que está más allá de sus contornos, como señaló Wittgenstein, es simplemente innombrable, trascendente.

El concepto de naturaleza es puramente lingüístico (Galileo, el lenguaje matemático). (¿Existe acaso el universo que nos describe la física?)

La poesía es el límite entre el lenguaje y el mundo. Sólo el lenguaje poético es capaz de entrechocar con los confines gramaticales e imaginar (mera ilusión) el ser constituyente de las cosas: en la poesía, hace mucho tiempo, los dioses olvidados tomaron la palabra y el mundo se hizo manifiesto (la intuición suprema del poetizar, Hölderlin).

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Sobre el arte no figurativo: ¿Qué colores representan la soledad sonora, el silencio de los mansos, la consistencia del ser (Sartre)?

La no figuración en el arte (igual que la representación en sentido general, incluida la científica) se basa en la creación de códigos lingüísticos cuyas reglas de formación y transformación proponen un orden especial de las cosas.

Hay infinitas figuras del mundo: por tanto, lo que realmente importa es la sintaxis, el orden, la arquitectura, no el mundo. Como tal, el mundo no existe; ni tampoco las cosas.  

El texto siguiente es otro anuncio de esta especulación.

Según se hable de pintura o de música, Rousseau considera tan pronto las cosas como las relaciones entre las cosas.
Acentuando la comparación entre las dos artes [música y pintura], podría creerse que, en algunos momentos, él presiente y condena la idea de una pintura no figurativa:

"Supongamos un país en donde nadie tuviese ni idea de dibujo, pero donde muchas personas se pasaran la vida combinando, mezclando y matizando los colores, y creyeran sobresalir en pintura, limitándose a esa bella simplicidad que, en realidad, no expresa nada pero que hace brillar unos hermosos matices, grandes placas bien coloreadas, largas degradaciones de tonos sin ningún trazo".

Nos quedaríamos en la sensación pura, o bien, "a fuerza de progresar, llegaríamos a la experiencia del prisma" y a la doctrina de que el arte de pintar consiste por entero en el conocimiento y la realización de "las relaciones exactas que existen en la naturaleza". El comentario es formidable ya que, de manera caricaturesca, prefigura el callejón sin salida donde se encontró bloqueado el primer impresionismo y el medio de salir inventado por Seurat.

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