lunes, 8 de mayo de 2023

El caso de los contadores

Era entonces presidente de la comunidad de propietarios donde todavía vivo. El primer marrón serio que me encontré fue el estado lamentable de la instalación eléctrica. Algunos vecinos que tenían acceso al cuarto de contadores porque alguien les había proporcionado una copia de la llave (?) llamaron a su electricista particular e hicieron por su cuenta y riesgo (nunca mejor dicho) ajustes para trampear en beneficio propio el registro del consumo, incluso derivando líneas ilegales hasta sus viviendas, con la consiguiente manipulación, estrujamiento y deterioro de los cables en las canalizaciones. Peligro de incendio, según un ingeniero de la casa. Ante el desacuerdo en la junta de propietarios de la mayoría atónita y los autores del fraude, que negaron la evidencia, encargué a la empresa suministradora una inspección técnica que destapó la chapuza en un informe detallado y la advertencia final de denunciarnos al Ministerio de Industria si no deshacíamos el entuerto en los plazos correspondientes. En la siguiente junta, tras fotocopiar el informe y meterlo en los buzones de correo, la cabeza visible de los implicados sentenció alto y claro: Se trata de una interpretación. A lo cual repliqué de inmediato: No, se trata de un hecho.

Lo cierto es que pienso que hechos e interpretaciones son lo mismo. Etimológicamente el término “hecho” significa “lo construido” (Facio, factum, es un verbo latino que significa “hacer”, “construir”, realizar). Un acontecimiento puro, en el sentido que aquí asigno al término, es lo que está ahí dado en sí mismo (por tanto, incognoscible) y no es un hecho porque todavía no ha sido hecho (y puede no serlo nunca). El mundo como tal no consta de hechos sino de acontecimientos. Como comienza el Tractatus de Wittgenstein: El mundo es todo lo que acaece. Y lo que acaece para el hombre son los hechos. Sin seres humanos habría acontecimientos, pero no hechos. Lo real no es lo mismo que lo fáctico. La mecánica cuántica ha demostrado que las partículas subatómicas alteran su estado original al ser observadas; el observador de un acontecimiento influye en la manera en que es percibido. No existen los hechos objetivos. No hay una realidad neutral igual para todos. Sin acontecimientos no hay hechos; pero tampoco hay hechos sin una interpretación que los constituya (científica, ideológica, religiosa, deportiva o moral). Los hechos, desde los más simples a los más complejos, son siempre construcciones subjetivas. La menos subjetiva de las interpretaciones es la ciencia. En el ejemplo de los cables y contadores no es lo mismo el mundo de los honestos que el de los deshonestos. El cabeza visible de los implicados llevaba razón: se trataba de una interpretación. Aunque la interpretación finalizó con la renovación de la instalación eléctrica de todo el inmueble. 

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